Desde un tiempo a esta parte, sigo muy de cerca la trayectoria de Ada Colau. Para muchos, ha sido un auténtico descubrimiento debido a la capacidad que ha demostrado de estar en los medios, desenvolverse de maravilla, y parecer una de aquellas personas que es capaz de estar en dos sitios a la vez.
Han empezado a ir a por ella. Como en las pelis de tramas ocultas, a alguien no le ha gustado que la líder de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca esté a todas horas en las teles, las radios, en los dominicales. Han comenzado a socavar su credibilidad vinculándola a subvenciones de su ONG, DESC, a posibles simpatías por la causa etarra, y todo eso, para tratar de parar un tsunami que ya no tiene quien le frene. Si ella quiere, claro.
Todo esto me lleva a comentar un tema que parece poder yuxtaponerse al que estoy comentando. El de las litas abiertas. He discutido con muchos amigos y conocidos sobre el tema. De acuerdo que no me gusta que en las sedes de los partidos, en los sótanos de decisión, se configuren los listados del “tu sí que vas” tu más atrás… pero también es cierto que las listas abiertas podrían conducirnos a un populismo que permitiría a los mediáticos, a los conocidos, a los que “suenan”, pasar por delante de aquellos que son considerados núcleo duro del partido tal o cual.
Hasta ahora, en elecciones municipales, sí se podía constatar que la acción de un alcalde en un municipio podía perpetuar en ese sillón del susodicho. Pero ya se sabe, la popularidad , igual que te encumbra, te hunde. Hasta ahora, en los Parlamentos, eso no se ha dado tanto, aunque cada vez vemos más “independientes” en las listas, tratando de ganar votos de gente no tan politizada por las siglas de una formación.
A Ada Colau le habrán llegado, seguro, cantos de sirena. Es un valor seguro, un diamante en bruto. Pero claro, ya se sabe que una cosa es estar fuera, o en el perímetro, y otra, entrar en el círculo. Y de ahí es difícil salir.
