Estamos en unos momentos de la historia realmente únicos. No creo que en mis 35 años en el periodismo se haya producido una situación similar respecto al protagonismo de España y Catalunya en el mundo de la opinión del resto del Mundo. De nosotros habían hablado mucho, la verdad, pero para bien o para mal, lo hacían para destacar nuestros líderes de la cultura, nuestros parajes irrepetibles, nuestras fiestas y tradiciones, pero siempre con un cierto tono menor, como el que habla de Grecia y sus ruinas, o de Italia y su cocina…Hoy en día, estamos en boca de Die Welt y el New York Times, del Guardian y Newsweek y eso, de verdad, son palabras mayores. Porque lo que dicen esos medios, que se han ganado respeto y credibilidad entre sus lectores-y de los que no lo son- va casi siempre a misa. Y tal como está el patio, vale la pena que lo que se diga de España y de Catalunya sea lo más ajustado a la realidad.
Cuando países externos describen a otros países, siempre pueden coexistir verdades y mentiras, o mejor, medias verdades y medias mentiras. O, como algunos prefieren, prismas a través de los que se ven las cosas de un color o de otro. Estamos en el punto de mira y aquellos que tienen-o tenemos-la responsabilidad de explicar qué somos, que hacemos, por qué se hacen esas u otras cosas, y no es permisible tergiversar los hechos, la realidad.
España, el país, ha sido utilizado en un mitin del candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos , Mitt Romney, como modelo de cómo no se hacen las cosas. Y eso, dicho ya, aunque sea matizado a posteriori, ha hecho su efecto. Catalunya, la nación sin estado aún hoy, está haciendo enormes esfuerzos para describir lo que es, lo que le pasa, como cuando un médico reconoce a un paciente y trata de dar un diagnóstico lo más ajustado a la realidad.de momento, debemos admitir que la audiencia ha entendido mejor los postulados del paciente catalán que los del paciente español.
Algunos podrán decir que todo es cuestión, finalmente, de la línea editorial. De cual tiene más potencia expansiva, de la que llega con más decibelios a la audiencia. Y eso es cierto, en gran medida. Por ello, la batalla comunicativa que se ha desatado es digna de ser usada en los “casos de estudio” de todas las escuelas, ya sea su objetico explicar temas sociales como económicos, temas legales o éticos.
¿Cómo nos ven? ¿Cómo nos veían? ¿ De parte de quien se van a poner en el exterior? Porque, seguro, va a llegar el día en el que eso pueda ser un factor que decante la balanza hacia un desenlace u otro. Es por ello que aquellos que hemos hecho de la comunicación nuestro trabajo, debemos utilizar nuestros conocimientos para ser el máximo de rigurosos, lo más precisos a la hora de aseverar o desmentir las cosas.
Es tiempo de demostrar que no valen “cuentos de miedo” ni “cuentos de hadas”·.Que una cosa son los deseos de cada uno, y otra, muy distinta, decir las cosas pos su nombre. Vienen tiempos en los que habrá que afinar el lápiz para que quien deba entender, entienda.
