Reflexiones sobre la crisis (I)

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Hay pocas cosas, hoy en día, que me enriquezcan tanto -espiritualmente hablando, claro-como la vuelta a las aulas de la Universidad. Sí, aquellos que tenemos la suerte de impartir los pocos conocimientos que tenemos con espíritus jóvenes, a menudo muy críticos, disfrutamos. Yo lo hago. Aunque frecuentemente, también, me llevo algún disgusto. La vuelta a clase es un excelente termómetro para medir la temperatura de la realidad. Esos chicos y chicas de penúltimo o último año de carrera te dicen cosas a bocajarro que te obligan a ser rápido de reflejos. Son gente de 22 ó 23 años de media y, en mi caso, son aspirantes a contar la realidad en un futuro inmediato, ya sea a través de la palabra o de la imagen, o de una mezcla de ambas.

Prevenido ya, después de los saludos de ritual, a los viejos conocidos y de presentarse a los que no tenía aún el placer, les inquirí sobre la crisis. De su percepción de la situación y de la manera en la que los medios de comunicación la estaban abordando. La mayoría se decantó por opinar que, salvo algunas honrosas excepciones, se ha estado magnificando. Aunque en realidad, también me hizo ver que ellos, los jóvenes, hace tiempo que perciben que la situación es más desoladora aún para ellos que para el resto de la sociedad. Pocas oportunidades laborales, precariedad salarial, poca valoración del esfuerzo académico cuando acaban, vaya, que son un colectivo con pocos argumentos positivos para encarar el futuro con fuerza.

Hace unos días, comía en la Fundación Abertis, con el presidente de la compañía, Salvador Alemany. Según él, esta crisis es también generacional, las clases dirigentes de los últimos años, décadas, se habían acostumbrado a la comodidad y les cuesta reaccionar. Deben ser los que vienen por detrás los que nos saquen de este lío. Pensé que debía contarlo a mis jóvenes alumnos. Espero que se lo crean de verdad.NULL

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