Lecciones para una crisis

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Le tomo prestada la anécdota a un buen amigo. Al terminar una sesión en una escuela de negocios de Barcelona se quedó comentando con el ponente y otros participantes. La conversación derivó que si vivimos en la sociedad de la abundancia, el consumo… y mi amigo afirmó que era partidario de “tener pocas cosas, buenas y mantenerlas en buen estado con un mantenimiento adecuado”. A lo que el profesor contestó: “Con este planteamiento, acabas de dejar en la calle a la mitad de la fuerza laboral de este país”.

En la actual crisis financiera y de confianza, la receta de la mayoría de los países de la Europa continental ha sido: gasto y más gasto. ¿No se acuerdan de nuestros gobernantes antes de Navidad animando a que los españoles gastáramos más? Como idea es buena, pero para gastar más: o nos suben significativamente el sueldo (cosa difícil) o nos dan más crédito (hoy por hoy, más difícil todavía).

Quizá el sobrio planteamiento vital de mi amigo no va muy desencaminado, pero podríamos recurrir al famoso “depende” gallego: hay que matizar.

• Veamos. Hay que tener “poco”. Sugiero sustituir por: tener “lo necesario”, aunque es un concepto elástico ya que lo necesario para uno será superfluo para otro. Para distinguir uno de otro puede ayudar ver cuanto de lo que amontonamos a nuestro alrededor es prescindible sin que se hunda el mundo.

• Ese poco debe ser “bueno”, de calidad: que dure y sirva para aquello para lo que fue hecho. Nuestra sociedad de consumo ha convertido lo “bueno” en lo “cool”, la pura marca, la imagen. A menudo el precio que pagamos es el del envoltorio y no nos cuestionamos la calidad del producto o servicio (esto pasa en épocas de bonanza generalizada). Ahora, con un recorte forzado del consumo muchos productos y servicios no pasarán la prueba del algodón: su durabilidad, su calidad intrínseca. Así de golpe, la mente se me ha ido a las agencias de calificación de riesgos, a bancos y banqueros que dieron créditos a… ojos cerrados, a tantas inmobiliarias y promotoras que habían descubierto el inagotable cuerno de la abundancia y no valoraron correctamente el riesgo que asumían. Por no mencionar la “calidad” de muchas jornadas laborales con larguísimas pausas para hacer el bocadillo o el café, ¿qué sucede en nuestras plantas de montaje de automóviles que tienen una tasa de absentismo del doble de sus homólogas europeas? Lo “bueno”, la “calidad”, también tiene otros sinónimos como “productividad” o el clarísimo “trabajar bien”.

• Finalmente ese buen producto debe estar siempre a punto con un “buen mantenimiento”. Las cosas buenas, bien hechas, de calidad, que sirven… suelen funcionar sin problemas. Dan confianza y realizar el mantenimiento adecuado no es un drama, es más, solemos pagarlo a gusto.

El optimista recurso a convertir las dificultades en oportunidades puede aplicarse en estos momentos de crisis económica. Si no se han hecho los deberes en las épocas de abundancia –mejorar la calidad, reducir los costes, mejorar la productividad, volcarse en el cliente…- habrá que hacerlo ahora, por necesidad.

Bien, siempre hay listos que exigen ayudas, ¡las dichosas subvenciones!, para sobrevivir.  ¡Cuántas veces son la última etapa en una gestión empresarial deficiente!NULL

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