“Asociamos innovación social con las nuevas iniciativas como las start-ups, pero debemos conseguir que las empresas tradicionales, administraciones públicas, etc. sean mucho más innovadoras”, ha sentenciado Ignasi Carreras, director del Instituto de Innovación Social de ESADE
La Jornada ha explicado casos prácticos de innovación social, ha analizado como medir el impacto de la innovación social, se ha hecho hincapié en la metodología ‘Dragon Dreaming’ y se hablado, entre otros, sobre como implementar sistemas de articulación colaborativos
“La innovación es interesante pero incómoda, y si queremos abordar los grandes retos del futuro, más de lo mismo no es una buena solución; por ello tiene que haber un ecosistema que favorezca la innovación social”. Así lo ha anunciado el director del Instituto de Innovación Social de ESADE, Ignasi Carreras, en el inicio de la IX Jornada Anual del Instituto que dirige.
“Asociamos innovación social con las nuevas iniciativas como las start-ups, pero debemos conseguir que las empresas tradicionales, administraciones públicas y otras sean mucho más innovadoras; se ha de incorporar gente diversa, que nos rete, aporte ideas diferentes y debemos retenerlas, la innovación viene de la colaboración, es creatividad, pero también un proceso y necesitamos muchos más locos de la innovación”, ha sintetizado.
En este sentido, Sally Uren, CEO de ‘Forum for the Future’, organización británica que tiene la intención de promover el desarrollo sostenible, ha hablado sobre como la innovación puede ser una autopista entre el presente y el futuro. “El futuro no es algo que nos llegue, lo debemos crear nosotros”. Durante su discurso ha repasado las grandes problemáticas actuales como el cambio climático, la industrialización, el empoderamiento de las mujeres y la esclavitud. Para ella, para llevar a cabo la innovación hay unas piezas clave: la gente, tener perspectivas de ecosistemas globales, entender el sistema y centrarse, sobre todo, en el futuro. “Debemos utilizar el futuro para transformar”, ha sentenciado.
La misma Sally Uren, el jefe de Innovación de Unicef, Kristoffer Gandrup; y Alice Barbe, la directora asociada de Singa Project, una plataforma que contribuye a la cooperación entre los refugiados y las sociedades de acogida como en Francia, han hecho reflexionar sobre cuál es la vía para buscar soluciones inclusivas, realistas y sostenibles en las organizaciones.
Metodología, medición y colaboración
Durante la Jornada se ha hablado también sobre la medición de impacto como elemento clave para abordar de una manera eficiente los retos y para justificar el cambio; además de que las organizaciones sociales deben medirse no solo teniendo en cuenta su valor económico, sino también el valor social que generan.
Otro aspecto ha sido la metodología ‘Dragon Dreaming’, donde de la mano de expertos se han propuesto cuatro fases por las que debe pasar un proyecto: soñar, planificar, hacer y celebrar.
Lo mismo con el trabajo en red colaborativo, que ha sido destacado como una de las características clave de cualquier organización que desarrolla procesos de innovación social y se conecta con la comunidad.
Tecnología que une
Vicent Rossò, co-fundador de BlaBlaCar España y WeSocial, ha puesto el colofón a la jornada: “Si bien la tecnología está en la raíz de algunos ejemplos profundos de desconexión entre las personas, en algunos casos su rápida adopción global ha contribuido también a la aparición de nuevas formas de innovación social”.
“En la era digital, la innovación puede venir también de la forma en que los ciudadanos utilizan la tecnología, que en algunos casos puede desbloquear cuestiones sociales aprovechándose de la escalabilidad de las redes sociales y su fuerte componente colaborativo. Estos ingredientes ayudan a conformar un sentimiento de comunidad que, junto con el uso de la tecnología, puede generar directa o indirectamente una nueva forma de interacción social con un impacto positivo”, se ha explicado en la sesión.
