La experiencia genera conocimiento y ese conocimiento es algo intangible hasta que se gestiona adecuadamente, hasta que se “tangibiliza”. Es algo invisible que se hace visible, pasando a ser un activo -(atr)activo- para cualquier empresa.
El conocimiento es más útil cuando “se deja en libertad”, cuando se deja que se relacione con otros conocimentos para que, bien organizados, puedan ser utilizados de una manera sencilla y ordenada por las personas que los han generado y por otros, de manera que se convierten en una ventaja productiva y competitiva.
Cuando se adquieren conocimentos, no se deben dejar perder. Han de servir para el futuro y, en cierto modo, hay que amortizarlos. Todo el tiempo que se ha empleado para descubrir algo, para llegar a una conclusión, para saber el por qué o el cómo de una cuestión, para desarrollar un proceso sistemático, es un tiempo que ya está empleado. La próxima vez que se dé esa situación, si es algo que se da con frecuencia, quizá se tendrá asimilado, pero si no es tan habitual, no se tendrá que volver a “descubrir”, porque ese conocimiento ya se habrá integrado en la definición de un proceso o en una base de datos o tal vez sólo en un listado; será algo tangible a lo que se podrá recurrir cuando se dé una situación similar –o idéntica-. Y qué conste que les hablo desde mi experiencia…
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