José Ignacio Wert es un ministro que parece blindado a las críticas, a quien no parecen importarle los comentarios negativos que le llegan por doquier. Eso le da un bonus para seguir en el cargo, ya que, para perpetuarse en el Ejecutivo, a veces da la impresión de que lo que prima es la sordera. Wert es un ideólogo que se hace el sordo. Sobre todo con el tema de la lengua en Cataluña. De nada ha servido explicar que la inmersión en lengua catalana ha puesto a los estudiantes de Cataluña por delante en el conocimiento del español, incluso por delante del mismo idioma catalán. De nada sirve que Pisa diga lo mismo. Wert ha diseñado una estrategia que ha conseguido algo impensable: aglutinar, juntar, reunir en un mismo sentido a toda la comunidad educativa, profesores, políticos, padres, hijos, en definitiva, solo él y cuatro familias, han encontrado el hueco para hacer ruido.
Son 6.057 euros, dice Wert, lo que cuesta un alumno en la pública, cada año. Dice Wert que es igual que esté en primaria, o en la ESO, o no dice lo contrario al menos. Y dice también que ese importe lo descontará el Estado de lo que le toca a la Generalitat, que tiene la competencia trasladada, si es que ese estudiante no encuentra un centro donde seguir en lengua castellana los estudios de manera vehicular. No ha entendido nada de la inmersión. No sabe lo que ocurre en Cataluña en las escuelas, no ha oído cómo se expresan los alumnos catalanes en las calles, es un sordo a sabiendas…
Algunas familias han entrado en el juego. Imaginemos a alguien que, con el ardid de “yo quiero que mi hijo estudie en castellano” lleva al niño o niña a un colegio privado, si es que en Cataluña existe alguno que tenga ese idioma como vehicular en detrimento del catalán. Y eso vale 6.057 euros al año, pagados, pues, de los impuestos de todos nosotros. El negocio será pues, abrir líneas de castellano en colegios privados, aunque ya aviso, los niños y niñas que jueguen a eso también saben que arriesgan a que, en un futuro, se encuentren aislados del resto.
Wert debe tener acciones en algún centro privado y espera los réditos que le proporcione su nefasta estrategia.
