Una Aída infranquiciable

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 Las obras de arte no se pueden franquiciar. Cada pieza artística y espectáculo han de ser únicos y estar dotados de una esencia particular. Aída de Luxor no es un espectáculo franquicia. Si bien es la adaptación de la gran obra de Giuseppe Verdi, no tiene nada que ver con las demás. Es la representación más fiel de la partitura de Verdi y por varias razones. La primera es que se representa en un gran espacio, apoyado en una puesta en escena monumental. Verdi compuso Aída solo con el fin de representarla en espacios de gran magnitud, por ello, Aída, la macroproducción de Luxor captura toda la magnificencia de la composición original. El segundo aspecto diferencial: la calidad del reparto. En muy pocas ocasiones se ha contado en un mismo escenario con un elenco de artistas de tanto nivel. El veterano director de orquesta Enrico de Mori a la batuta de la Filarmonici di Verona, la sensual Marquita Lister en el papel de Aída, Eszter Sümegi encarnando a Amneris e Ignacio Encinas poniendo voz al desdichado Radamés. Todos ellos bajo la tutela de dos consabidos maestros de la ópera moderna: Orlando Montes de Oca y Félix Serraclara. En definitiva, Aída de Luxor es una ópera total. Una obra que rezuma todos los componentes que debe tener toda obra de arte para ser considerada como tal: un partitura brillante y cargada de dramatismo, en la que la orquesta actúa de complemento a los estados de ánimo de cada personaje; una trama que entrecruza los temas omnipresentes en todas las grandes tragedias clásicas -el amor, los conflictos humanos, la venganza…- Estos fundamentos hacen de Aída una obra atemporal e imperecedera que hace que vivamos esta leyenda egipcia en toda su plenitud. Esta Aída es infranquiciable y única.NULL

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