“Aceptamos la realidad tal y como se nos presenta” afirma Ed Harris en <b>El Show de Truman</b>. Y esta realidad ya pasa por el hecho de que parece imposible que hace sólo una década no estuviéramos tan familiarizados con lo que se han llamado las nuevas tecnologías. El correo electrónico, Internet, y los móviles de última generación han dejado paso a los Mp4, <i>Iphones</i>, <i>Ipods</i>, y otros ingenios informáticos, que han ido incorporándose a nuestra vida, con la idea, casi inquietante, de pensar que estamos llegando a un límite, a una frontera tecnológica que ya no podremos atravesar. Pero desgraciadamente esta idea no es nueva. Y es que ni en los errores somos originales.
Hace unas pocas semanas, el <b>Teatro de la Ópera Garnier</b> de París ha sido el escenario de un asombroso descubrimiento: 24 discos fonográficos con grabaciones de arias de ópera fechadas hace un siglo, en 1907. Pertenecían a un tal Alfred Clark y en su momento fueron cerrados en una caja metálica, recubierta de amianto y con una nota en el interior que rezaba: <i>“Estos discos tienen que ser abiertos dentro de cien años, para que puedan demostrar fehacientemente cual era el estado de las máquinas parlantes y las voces de los principales cantantes de nuestra época”</i>.
Escuchadas hoy en día, estas grabaciones, que en su día eran el no va más de la tecnología, una muestra más del progreso que había alcanzado el hombre en los albores de nuevo siglo, suenan ahora feas e imperfectas. Pero incluso en ese sonido casi distorsionado hay un encanto, más evidente del que pensamos, de estar escuchando unas voces del pasado. Un ayer encerrado durante cien años, símbolos anacrónicos de una realidad extinguida hace mucho tiempo, pero que, como nosotros, compartía la fe en el progreso como un improbable medio para alcanzar la felicidad. En aquellos años era el cine, el automóvil, el gramófono. Hoy son otras cosas. Pero en el fondo, es lo mismo.
La discográfica <b>Emi Classic</b> publicará, remasterizados este próximo mes de marzo todos estos discos. Pero antes, se enterrará otra caja en el mismo lugar, con la tecnología sonora de principios de este siglo XX para que dentro de cien años, en el 2108 los hombres y mujeres del futuro puedan comprobar que atrasados estamos nosotros.
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