El Liderazgo en la Administración

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Hace tiempo que se oyen voces que dicen que, para conseguir una mayor eficacia, se deben gestionar las organizaciones públicas como las empresas privadas.
 
Habitualmente esta apertura lleva a complejos gambitos sobre fines y medios, sobre rentabilidades económicas y sobre intangibles maravillosos que son la quintaesencia de nuestra sociedad y que, se dice en tono grandilocuente, están más allá de conceptos rastreros como “beneficios”… Creo que ha quedado evidenciado que no voy a ir por eses camino.
 
En estos últimos treinta años las administraciones han crecido mucho. Y se les ha encargado de funciones de control y revisión cada vez más complejas, sobre realidades cada vez más sofisticadas… con unas burocracias cada vez más imposibles… Cortar un árbol en tu jardín, abrir un restaurante, adoptar un niño, pueden representar tanto papeleo (y tanto dinero) que muchas personas están dispuestas a renunciar a hacerlo. Todos conocemos casos así…
 
Nuestro secular estilo español nos ha llevado a que el sello de ‘conforme’ se pone cuando el demandante ha conseguido rellenar su álbum de cromos, en vez de estamparlo cuando un responsable formado y sensato vea que lo que se solicita es razonable. Se tiene fe en el papeleo y se desconfía de las personas, de las que se sospecha lo peor, y a las que se las sujeta con procedimientos y se las amenaza con las penas del infierno si se las pilla saltándoselos, pero que no serán castigadas, sino premiadas con ascensos y trienios cuando les toque, si se limitan a pasar papeles sin tomar decisiones. España y yo somos así, señora. 
 
Hace años se decía que un chimpancé podía conseguir un pasaporte simplemente aportando un DNI, un certificado de penales, un sello móvil de 25 pesetas en la instancia, la partida de nacimiento, la fe de bautismo y el resto de papeles que la fantasía del poder reclamaba entonces. Se han hecho reformas para, se ha dicho, mejorar el sistema, y tal como vamos en poco tiempo nuestro chimpancé lo podrá conseguir aún más fácilmente por internet. A veces se avanza algo por la vía de la organización del papeleo, pero nunca por la de aportar sensatez al sistema.
 
El ciudadano, abrumado por tanta ineficacia y viendo a tanta gente en las administraciones públicas reacciona exponiendo rotunda y castizamente que los funcionarios, que tiene el trabajo y el sueldo (casi) seguros, no pegan un palo al agua.
El funcionario dice que cobra poco y (a veces no lo dice, pero se le entiende) que se siente mal llevado, porque los jefes, la organización, los medios… son un desastre. Deja claro, como su antecesor Ruy Díaz de Vivar, que sería buen vasallo si tuviera buen señor, pero a diferencia del campeador, en vez de buscarse la vida con doce de los suyos, se aferra al sillón y piensa que el que pasa días empuja años. 
 
Recordemos el principio: Para superar la muy mediocre eficacia de las administraciones, ¿se deben gestionar las organizaciones públicas como las empresas privadas? 
 
Planteo otra pregunta previa: ¿Queremos filosofar – o como queramos llamar a eso que se hace en las tertulias – o queremos mejorar?
 
Si lo que queremos es mejorar entonces aparecen unas pocas ideas clave, que bastan para darle la vuelta a la tortilla.
 
(Un inciso: ¿Con qué autoridad, se preguntará el curioso lector, pretende este señor responder a este insondable enigma? Respondo: Llevo más de cuarenta años de consultor, y, de ellos, más de treinta de consultor de Cambio, en empresas o grupos privados y en entidades públicas. No voy a contar mi vida ni a trufar estas líneas con anécdotas, aunque las tengo muy divertidas. Me voy a limitar a anotar mis conclusiones, y, si alguien lo desea, le completo mis razonamientos en otro entorno).
 
La empresa privada (al menos las buenas) tiene una cosa que la hace mucho más eficaz que las administraciones: El liderazgo, que genera motivación. Si la empresa va bien, es que hay un liderazgo suficientemente correcto. Si la empresa va muy bien es que hay una red de liderazgo – desde el gran jefe hasta los mandos intermedios – que funciona como un tiro. Bueno… un liderazgo y bastantes cosas más, pero lo primero es un buen liderazgo, que genera una buena motivación, y que ayuda a que vayan apareciendo en cada momento todas las otras cosas que se necesitan para el buen funcionamiento del conjunto. 
 
En las administraciones es sabido de antiguo que la motivación se ve sustituida por el compromiso. Nada ni nadie conseguirá mover al funcionario de su puesto, por más que se queje del poco sueldo y del nulo interés creativo de su trabajo. Ese no es el problema. Un liderazgo adecuado reconduciría su compromiso con el puesto a un compromiso con el proyecto, o con el objetivo, o con su jefe… Para rentabilizar a favor del ciudadano ese compromiso del funcionario con su puesto hará falta que aparezca el adecuado liderazgo.
 
Y el liderazgo en la administración es mínimo: Por una parte nos encontramos con políticos del aparato, sin carisma; o políticos carismáticos sin ganas de gastarlo en sus empleados, porque lo guardan para sus votantes. Por otra parte, tenemos funcionarios con mando paralizados por el mecanismo del “para que no nos pillen en falta”, del que ya tratamos antes. Entren en los despachos de una administración. Hablen, si tienen a bien recibirles, con los jefes. Muy a menudo se encontrarán con gente profesionalmente correcta, con buena disposición… gente que en una empresa privada posiblemente se apuntarían con entusiasmo a un proyecto interesante y bien liderado… pero que se encuentran inmersos en una cultura, en un estilo de gestión, que carece de esa energía y… ahí están.  
 
¿Hay un secreto para desarrollar el liderazgo en unas administraciones que el ciudadano necesita, en los tiempos que corren, que sean capaces de dar más con menos? Ese tipo de cambios se han producido en casos particulares con éxitos apoteósicos. Ahorrando miles de millones a los ciudadanos (que, al final, son los que pagan) y profesionalizando a los funcionarios (que, al final, se sienten que son personas y no números). 
 
Pero no hay ningún secreto: Todo lo que hay que hacer está en el manual del operador de cambios y se han publicado innumerables artículos y libros sobre el tema: Debe existir una Misión (que en una administración no debe ser mover y generar papeles, sino dar un servicio al ciudadano), debe existir una responsable que tenga una Visión de lo que se va a hacer y de cómo estará todo (incluida su gente y los ciudadanos) después de haberlo hecho, este responsable debe comunicar su Visión a su gente, hacerles ver que él mismo está comprometido en el resultado y hacerles entender que si él lo está, ellos también lo están… y motivarles para que hagan lo necesario para que se haga realidad –que  todo esto es liderar – Todo esto, el líder lo sabe… y, si no, lo aprende. 
 
Y luego hay muchos más factores a tener en cuenta, cuando se quieren conseguir cambios reales en el funcionamiento de una organización. Pero este es el primero y fundamental, sine qua, non.
 
O sea: 
Si existe el liderazgo en la administración, podrá haber cambios.
Si no hay liderazgo, habrá que desarrollarlo.
Si no se desarrolla este liderazgo, será imposible cambiar; y cualquier intento de cambio no producirá más que ruido, chirridos, mal humor y peor servicio al ciudadano.

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