Liderar el cambio en lugar de sufrirlo. Si en toda actividad humana resulta difícil saber separar nuestro rol de nuestra identidad, ello es especialmente cierto dentro del ámbito de la empresa familiar. Muchas decisiones empresariales tienen una repercusión directa e inmediata en las relaciones familiares, tanto en sentido amplio como íntimo. La forma de dirigir impacta directamente en la cultura empresarial. Liderar el cambio implica una nueva forma de actuación: no sólo importa fomentar el conocimiento, sino estar dispuesto al riesgo mediante el cuestionamiento de lo que se había hecho hasta el presente; generar nuevas vías de comunicación dentro y fuera de la empresa; ejercer el trabajo colaborativo como norma de actuación; fomentar el desarrollo personal dentro de la empresa en lugar de considerar al individuo como un mero recurso que deba ser optimizado.
Todo ello implica nuevos modelos de gestión de la función de los RRHH y, sobre todo, en la búsqueda de nuevos talentos empresariales. Unos talentos que quizá, al seguir las pautas establecidas en las empresas a las que se incorporan, hayan impedido el desarrollo de la creatividad exigible del liderazgo y los puestos de mando.
Afrontar el reto. Tal vez nos encontremos en uno de los momentos más apasionantes de la reciente historia empresarial: es la hora del conocimiento, del propio y del de los demás; un conocimiento que para ser eficaz no debe ser tarea puntual sino continua, un ejercicio de constante refuerzo que permita incorporarlo a la cultura empresarial y asimilarlo para poder ser transmitido a las futuras generaciones.
Le ha llegado el turno a la gestión consciente. El nuevo mando debe generar creatividad y ser innovador, no sólo en lo que se refiere al producto o servicio sino también en la forma de gestión y liderazgo. Tan sólo de esta forma serán las empresas capaces de encontrar el equilibrio entre sus retos y sus habilidades.
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