Gemma Segura

Formadora, consultora y coach experta en mindfulness

Emoción y relación

“Si no somos conscientes del presente, no podemos disfrutarlo”


El mindfulness pone la respiración consciente y la meditación al servicio del bienestar de personas y organizaciones

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El mindfulness, un concepto que es cada vez más conocido, tiene que ver con vivir el presente. Pero, no se crean que se trata de un vivir despreocupado e irresponsable. Al contrario, se trata de ser consciente del presente que se vive, para poder vivir más, mejor y más enfocados. Eso tiene muchos beneficios de orden físico, mental y espiritual. Y lo mejor es que sirve tanto para las personas como para las organizaciones. Hoy nos visita Gemma Segura, una coach experta en mindfulness que lleva tiempo inspirando cambios en el ámbito de las empresas y en el de las personas.

(Editado en catalán)

“El mindfulness nos muestra que lo importante es el modo en que vivimos, experimentamos y sentimos todo lo que nos va sucediendo en cada momento”
 
“Si no somos conscientes del presente, no podemos aspirar a disfrutarlo” 
 
“Cuando percibimos cómo el aire entra y sale de nuestro cuerpo y nos llena de vida, comenzamos a ser conscientes de nuestro aquí y de nuestro ahora”
 
“En Berkeley y en el M.I.T. hay investigadores que han probado que cuando las personas son felices en el ámbito profesional su productividad también crece”
 
“Hay unas ‘empresas 3.0’ o ‘espirituales’ que no sólo dedican los excedentes a mejorar el entorno, sino que ponen toda su consciencia en  actuar para mejorarlo. Lo llevan en su ADN”
 
“La felicidad no debe confundirse con la gratificación o con la alegría puntual. Tiene que ver con el ser, y no con el hacer”
 
“Si actúas desde la convicción de que cualquier cosa que hagas trasciende a la gratificación del momento, serás más feliz”
 
“Sólo hay dos cosas que cuentan. El amor y las relaciones con los demás. Todos necesitamos que nos amen, nos acepten y nos reconozcan”
 
“Las empresas ya no necesitan competir por el mero hecho de competir”
Aprovecho que usted es coach para decirle que llevo días algo agobiado.
Muchas personas me dicen cosas parecidas. Resulta que tienen la sensación de estar en todas partes, pero en ningún sitio a la vez. ¿Le sucede a usted que no se da cuenta de la de cosas que hace al cabo del día? ¿Qué vive como en modo automático sin darse cuenta de por dónde pasa?
 
¡Pues sí! En muchas ocasiones.
Pues es una pena, porque todos esos momentos los dejamos de percibir y no podemos saborear lo que nos sucede en ellos. Es un tiempo de vida propio, que nos pertenece, y que sin embargo no disfrutamos. Pero tranquilo, que el mindfulness le puede ayudar.
 
Para eso la he invitado hoy. Cuente, cuente…
El mindfulness es un medio que nos enseña a entender que la vida sólo sucede en el presente; que lo importante es el modo en que vivimos, experimentamos y sentimos todo lo que nos va sucediendo a cada momento. Nos ayuda a desarrollar una vida en plena consciencia. Y lo hace a nivel mental, físico y espiritual.
 
Es lo que quisiera.
Las personas, y más en estos tiempos, tenemos tendencia a vivir con la mente proyectada hacia el futuro, hacia lo que nos preocupa del mañana. Y hay que redescubrir la importancia de lo que tenemos entre manos en este momento. Si no somos conscientes de este presente, no podemos aspirar a disfrutarlo. Mire, en este momento estoy disfrutando de una conversación con usted y creo que es mejor así que tener la cabeza puesta en otro lugar o momento. 
 
Muchas gracias. El gusto también es mío. Pero, ¿por qué no me cuenta algo más sobre el mindfulness? Por ejemplo, ¿de dónde proviene?
La práctica tiene sus orígenes en la meditación budista zen, en el Hatha Yoga (una especialidad que trabaja sobre los músculos del cuerpo), en la ciencia médica y, además, fue refrendada por estudios académicos en el campo de la gestión de la empresa y los recursos humanos. Hace más de treinta años que es conocida en Estados Unidos y cada vez es más habitual. De hecho, compañías como Apple y Google la han adoptado como práctica de referencia para todos sus equipos profesionales.
 
Si esos son los orígenes, ¿de qué manera se pone en práctica? ¿Meditación? ¿Actividad física?
Para resumirlo un poco, el mindfulness ofrece dos grandes modos de trabajar. El primero es el de la respiración consciente, porque, aunque todos respiramos, lo normal es que lo hagamos como un acto reflejo. Ahora bien, en el momento en que somos capaces de percibir cómo el aire entra y sale de nuestro cuerpo y nos llena de vida, podemos ser conscientes de nuestro aquí y de nuestro ahora. Entonces vivimos el presente.
 
Sin duda. No conozco a nadie que no respire, aunque casi nadie se da cuenta de ello… ¿Y el otro?
Es la meditación. Está demostrado que la meditación hace que el cuerpo y la mente entren en una sensación de relajación y de bienestar que nos ayudan a dar respuesta a lo que el mundo exterior e interior nos pone delante. Y, además, a hacerlo desde la plena consciencia. Así que con la respiración consciente y la meditación cualquier persona puede tomar decisiones de una forma mucho más plena.
 
Y no con esa inercia del piloto automático que decía antes. Interesante.
La razón de la eficacia del mindfulness está en que cuando las personas son conscientes de lo que les sucede en su entorno externo y en su mundo interior, pueden asumir el liderazgo de sus propias vidas, ofrecer soluciones proactivas a los retos y dejar de vivir reactivamente.
 
Antes dijo que en Estados Unidos es práctica común. Y aquí, ¿cuántas empresas lo conocen?
Estimamos que sobre un cinco por ciento de las organizaciones han comenzado a interesarse por el mindfulness.
 
Y todas ellas, y las que vendrán, necesitan a personas como usted que les faciliten el camino.
En este caso, ayudar a las empresas significa ver en qué punto de esa consciencia se encuentran y hacia dónde deben dirigirse para lograrla. En cuanto lo logren, tanto el colectivo como las personas que lo integran mejorarán su bienestar mental, emocional, relacional y espiritual. En este tipo de proyectos colaboro con el Instituto Relacional, una entidad que ayuda a las personas y organizaciones a desarrollar el bienestar relacional.
 
Y, dígame, ¿qué ganan las empresas cuando se vuelven conscientes? ¿Se vuelven más productivas?
Hay estudios que lo demuestran. En Berkeley y en el M.I.T. hay investigadores que han probado que cuando las personas son felices en el ámbito profesional su productividad también crece.
 
¿Por “felices” quiere usted decir que “les pagan mejor”?
No. En este caso “felices” significa que las personas se sienten respetadas, reconocidas y que saben que se cuenta con ellas. Y, a la vez, son personas cuyas necesidades, objetivos y aspiraciones vitales son tenidos en cuenta por la empresa para la que trabajan. Esa es la felicidad. Y vale tanto para los individuos como para la organización en conjunto.
 
Así pues, usted trabaja tanto para las empresas como para los particulares. ¿Es lo mismo en cada caso?
Básicamente sí. Aunque, quizás, en el caso de las empresas hay una aplicación un poco más específica que es la de ayudarlas a ser conscientes de ellas mismas en entornos diferentes. De lo que se trata es que los miembros de la organización, todos juntos, encuentren un bienestar común. Los beneficios del mindfulness se logran más rápidamente, si todos los miembros de una organización están trabajando en ellos al mismo tiempo.
 
En los últimos años las empresas se han esforzado por hablarnos de la responsabilidad social corporativa. ¿Este bienestar del que habla tiene que ver con ella?
Yo creo que la responsabilidad social corporativa es solo un principio. Hay compañías, afortunadamente, en cuya consciencia existe algo más que la mera obtención de beneficios y que desde hace algunos años han decidido retornar a la sociedad una parte de lo que obtienen. Eso está muy bien, porque de algún modo, ayudan a que el mundo sea mejor.
 
Pero de lo que hablamos aquí es de un tipo de empresas a las que el gran Philip Kotler, uno de los mejores académicos del marketing, denomina “empresas 3.0” o “empresas espirituales”. Éstas no sólo dedican los excedentes a mejorar el entorno, sino que ponen toda su consciencia en  actuar para mejorarlo. Lo llevan en su ADN. Son empresas totalmente conscientes, que se relacionan con todo lo que las rodea desde la humildad, y no desde la arrogancia.
 
Hablando de trabajo y de bienestar, usted sabrá que los periodistas solemos ser vocacionales y que disfrutamos de nuestra profesión. Pero para ser feliz, ¿cualquier oficio vale? 
Le propongo una consideración previa. Y es que habría que saber cómo entiende cada uno la felicidad. Para mí, la felicidad no debe confundirse con la gratificación o con la alegría que podemos sentir por algo en un momento puntual. La felicidad tiene que ver con el ser, y no con el hacer. Está conectada a la paz interior, y eso significa que todo cuanto uno hace, siente o piensa está en plena harmonía. 
Eso es independiente de aquello a lo que dediques las horas de tu vida. Si actúas desde la convicción de que cualquier cosa que hagas trasciende a la gratificación del momento, serás más feliz.
 
Le doy la razón. Aunque parezca raro, uno podría ser muy feliz incluso trabajando en algo que no le gustara.
Sin embargo, lamentablemente, hay muchos entornos profesionales en los que todo esto no se tiene en cuenta. Son entornos donde lo único relevante es cumplir con unos objetivos, sea cual sea el modo de lograrlos. Donde importa ganar, ganar y ganar, incluso a costa de que los demás pierdan. Como le digo, colaboro con el Instituto Relacional. Allí dicen algo ciertamente interesante al respecto.
¿Y es?
Que sólo hay dos cosas que cuentan. El amor y las relaciones con los demás. Todos necesitamos que nos amen, nos acepten y nos reconozcan. Si uno mismo no es capaz de hacerlo, es muy difícil, si no imposible, que los demás lo hagan. Y el mindfulness ofrece a quien lo practica una serie de actitudes que mejoran eso y que se pueden ir incorporando a la vida cotidiana. 
 
Cuando hago de coach para empresas, comienzo por ese ámbito individual y luego trabajo para que las compañías amen lo que son, se relacionen bien con quienes las integran y, también, con los mercados a los que se dirigen. Yo creo que las empresas ya no necesitan competir por el mero hecho de competir.
 
Supongamos que dirijo una empresa y me empeño en que la organización y los trabajadores sean más conscientes. ¿Qué hago? ¿Les pongo a hacer yoga o tai-chi media hora cada mañana?
El mindfulness se puede practicar de diversas maneras y con enfoques distintos. Hay uno denominado MBSR que trabaja los aspectos mentales y de atención. Hay otro que es el del “mindfulness y compasión”. Y conozco uno que se nutre de la tradición budista, del maestro Thich Nhat Hanh, en donde uno toma consciencia de sus emociones y sus sentimientos.
 
Existen programas de trabajo muy bien definidos que ofrecen al participante formas diferentes de incorporar la respiración consciente y la meditación a sus actividades cotidianas. Y se pueden hacer rápidamente (hay ejercicios de tres minutos) o con más o menos formalidad. Uno puede salir a andar tranquilamente y mientras tanto estar meditando.
 
Caminar siempre ha sido una actividad muy sana.
Hay estudios que demuestran que cuando andamos podemos conectar mucho mejor con nosotros mismos, descubrir soluciones a problemas o borrar de nuestra cabeza todo el ruido mental que nos distrae. Lo importante es que tras 8 o 10 meses practicando mindfulness, cualquier persona es capaz de conectar perfectamente con todo lo que siente y percibe en cada momento. Y eso es lo que nos ayuda a tomar las mejores decisiones, o cambiar cuando es necesario. 
 
Se me ocurre que si, además de enseñarse en la empresa esto se enseñara en la escuela, los niños y niñas subirían de otra manera. 
De hecho, el de la educación es uno de los ámbitos en los que más se está aplicando el mindfulness. Hay muchas escuelas en donde los alumnos, antes de una clase, dedican unos minutos a respirar y a meditar. He disfrutado muchísimo trabajando en centros educativos.
 
Tiene mérito: en algunas aulas los niños son muy revoltosos.
Déjeme que le diga que los niños y niñas viven en un estado muy cercano al que propone el mindfulness. En la mente de un principiante siempre existe la capacidad de ilusionarse y de ver el mundo como una novedad constante. Esta es la posición ante la vida que el mindfulness promueve, y los niños la tienen por naturaleza. 
 
Somos los adultos los que les sacamos de allí, haciendo que se preocupen por el mañana y por lo que tienen que estudiar. Si no olvidáramos esa capacidad por ilusionarnos, ¿no cree que el mundo sería distinto?

 

 

Explica que en el mundo de la educación hay dos tipos de perfiles: los profesores, que enseñan y algunas veces emocionan, y los maestros, que tocan el alma de quien les escucha y ayudan a transformarle. Entre unos y otros, pacientemente, Gemma camina. Licenciada en Humanidades, Master en Dirección de Marketing y Comunicación y Máster en Desarrollo Organizacional y Consultoría de Procesos, entre otras formaciones, inició su andadura profesional en la formación académica, en la Universitat Oberta de Catalunya. Y luego siguió por el sendero de la formación online, en Planeta. Hasta ese momento había trabajado casi siempre desde la perspectiva del marketing y la comunicación, hasta que un día, hace unos seis años, volvió a ponerse en marcha. Esta vez por el Camino de Santiago, que para muchos es también maestro. Andando descubrió que debía replantear su carrera y dedicarse a la consultoría. Se formó en el arte del coaching esencial, del coaching relacional y en ‘mindfulness’, que es una forma de ayudar a la gente a ser más consciente de lo que hace. Hoy el oficio de Gemma Segura es el de inspirar vidas, proyectos y organizaciones. Hacer que la gente sea consciente de las decisiones que toma y de los caminos por los que anda. Cosa seria.

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