¿Qué es el Coaching? Fases del Proceso

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Como coach vital y ejecutivo he de decir que el coaching es mi herramienta para hacer que las personas que se acercan a mi sean más felices. Trataré de ser más explícito.
 
El coaching se basa en el establecimiento y la consecución de objetivos. Eso, se hace utilizando herramientas transversales. Si el coaching es el proceso, las herramientas transversales son “las muletas”, para llegar a esos objetivos. Podemos hablar de herramientas como la Ontología del Lenguaje, la Programación Neuro-Lingüística (o PNL), la Terapia Gestalt, Terapias de Movimiento Corporal, de Respiración, etc…. Por tanto, a la hora de escoger a un coach es fundamental valorar su experiencia y su formación. Mejor si está avalada por una institución seria.
 
Un proceso de coaching se inicia con el establecimiento del objetivo que se quiere conseguir y se acaba cuando se ha materializado. Un cliente (o coachee) puede encargar al coach tantos procesos de coaching como considere oportuno pero lo que ha de quedar claro es la regla: objetivo conseguido, coaching finalizado. 
 
Consta de seis fases según establece la ICF (International Coach Federation):
 
1) Generación del Contexto: En la primera fase del proceso, el cliente determina que es lo que le ha llevado a buscar la ayuda del coach: EL OBJETIVO. Podemos hablar de la mejora de la gestión del tiempo (muy cerca de la gestión del estrés), del establecimiento del propio objetivo (aquello de “no sé lo que quiero y me encuentro perdido”). En ocasiones es necesaria más de una sesión para poder generar el contexto adecuado.
 
También, pasa muy a menudo que el enunciado del objetivo cambia diversas veces hasta determinar cuál es realmente. En una ocasión un alumno, en una sesión de formación, no podía determinar cuál era realmente su objetivo prioritario porque tenía tres a la vez. Durante la dinámica y enunciación del primero de los objetivos (que  cambió) vió que al enunciarlo al resto de alumnos, no sólo se transformaba el primero, sino que los otros dos desaparecían, ya no tenían importancia. Es decir, a través de sus palabras y de la lingüística en general el coach guía al “coachee” hacia la determinación del objetivo oculto, pero que es el objetivo real.
 
2) Situación actual: En este momento el coach, que debería haberse ganado la confianza del cliente, ha de poder llegar a “calibrar” cuál es la situación real del cliente. En otras palabras, si lo que dice el cliente es lo mismo que el cliente le hace sentir al coach. Por honestidad y ética profesional se ha de desafiar el objetivo si se detecta alguna polaridad no resuelta. La razón es sencilla: sacar al cliente de su zona cómoda y ver a través de sus ojos.
 
3) Situación futura: A través de la determinación de la situación actual “real” del cliente se llega a poder formalizar cuál es la situación que realmente desea obtener el cliente. 
 
Su energía se puede canalizar de una forma mucho más óptima de cara a la consecución de su objetivo si el trabajo hecho en las dos primeras fases se ha establecido de forma correcta. Si no es así siempre nos encontraremos con un “palo en la rueda”.
 
4) Feedback- Retroalimentación: Más que una fase es una herramienta inherente al propio proceso de coaching. Tanto el coach como el coachee establecen antes de empezar el proceso que ambas partes, se expresaran de forma transparente de como va evolucionando el proceso y por encima de todo de como se sienten entre si. Qué es lo que falta y que es lo que sobra. En definitiva, asertividad en estado puro.
 
Tanto el coach como el coachee, si el proceso funciona, tienen muy claro que la ausencia de juicio es clave para que todo funcione correctamente. El cliente ya está completo a pesar de no saber organizar óptimamente sus capacidades y prioridades.   A mis alumnos les digo que es como si un pastelero inexperto, no supiera combinar los ingredientes para que el pastel, la masa, subiera hasta su punto adecuado. Lo tiene todo pero sin saber cómo, el resultado no es el óptimo. Con la práctica, la masa acaba subiendo, del mismo modo que pasa con los objetivos que se acaban cumpliendo. 
 
5) Plan de Acción: Una vez que tenemos claro cuál es el objetivo, cómo lo ponemos en práctica? El coach ayuda a establecer la manera de poder llegar a conseguir los objetivos a través de los Planes de Acción. El seguimiento de una agenda, por ejemplo cuando una persona no sabe gestionar su tiempo, unos ejercicios de respiración cada mañana antes de salir de casa si la persona tiene problemas de autocontrol, etc.. En definitiva, que los cambios que se han de producir se transformen en hábitos, capacitadores, pero de un modo u otro en hábitos.
 
6) Seguimiento: Después de la consecución del objetivo se puede considerar la posibilidad de llevar a término un seguimiento del estado del objetivo conseguido para ver si el cliente, por decirlo de un modo coloquial, se ha desviado del camino definido inicialmente en el Plan de Acción. 
 
En los momentos de crisis económica en los que nos encontramos, muchas personas se encuentran en una situación difícil y con su autoestima bajo mínimos. El coaching puede ser una herramienta extraordinaria para poder “volver al camino” pero hemos de ir con mucho cuidado, y vigilar en manos de quién ponemos nuestras inquietudes. El coaching es una profesión muy nueva, que a diferencia de la profesión de psicólogo, no está regulada por un colegio profesional y, por tanto, no tiene todo el apoyo legal que quizás sería necesario.
 
Afortunadamente, universidades de todo el mundo de reconocido prestigio han empezado a contratar a buenos profesionales del coaching, que con sus conocimientos y experiencia están “democratizando” esta disciplina.
 
Schopenhauer dijo en una ocasión que: “ los 40 primeros años nos dan el texto, y los 40 siguientes nos dan el comentario”. En otras palabras, al final la herramienta más potente para cualquier proceso de coaching es la experiencia, la madurez y por encima de todo la sensibilidad de nuestro coach. Me atreviría a decir que su humanidad, su capacidad para resonar. Cuanto más ha sufrido una persona y más ha crecido interiormente, más facilidad tiene para poder tener referencias vitales y más fuerte y madura es; es un espejo que aporta mucha más luz a quien le dirige sus retos.
 
Paradójicamente, el mejor proceso de coaching es aquel en el que el coach “brilla” por su ausencia, en su condición de espejo lo que hace es precisamente eso, hacer brillar la luz del coachee.
 
En todos mis procesos de coaching siempre llego a la conclusión de que todas las personas que tienen la valentía de enfrentarse a sus propios miedos merecen un respeto muy grande. El miedo es una construcción mental, un patrón creativo que las personas hacemos para conectarnos con las emociones reales que nos hacen sufrir y el hecho de enfrentarnos a ellas no sólo demuestra una gran fuerza interna sino un gran deseo de tirar adelante. Eso que el gran Rafael Echevarría llamaba el cambio de observador, cuando el problema se transforma en reto y todo fluye como por arte de magia.

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