Francisco Marco

Autor del libro 'Operación Cataluña: La verdad oculta', y responsable de servicios de la consultoría de inteligencia Marco&Co

Prudente y metódico

“Mi mayor competencia es Google”


El libro “Operación Cataluña” ha sido escrito por el director de la extinta agencia Método 3

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Francisco Marco, un hombre prudente y comedido en sus expresiones, y también algo distante -aunque muy correcto- en sus formas, fue el director de la desaparecida agencia de detectives Método 3. Nos visita a colación de su reciente libro, “Operación Cataluña” (Ed. Urano). Su nombre fue vinculado a casos de primer nivel mediático, desde “La Camarga” hasta el Barça y la “Operación Cataluña”, pero hoy le preguntaremos sobre su vertiente profesional y empresarial. ¿Cómo se maneja una agencia de detectives de primera división?

“La Operación Cataluña no está finiquitada, pero sí en su fase final”
 
“En los últimos cinco años, quienes me siguieron se aburrieron muchísimo. Pero en esta etapa de mi vida se aburrirán todavía más”
 
“Al igual que un periodista jamás puede revelar una fuente, el detective tiene que proteger al máximo a su cliente. A mí me detuvieron y a mi despacho acudieron 45 policías y otros 16 a mi casa. Me llevaron ante dos fiscales anticorrupción y me preguntaron quién era mi cliente. Yo me acogí al secreto profesional”
 
“En España ya apenas existe el periodismo de investigación”
 
“Siempre he dicho que hay dos tipos de detective. Uno es el autónomo, con una actividad pequeña, que investiga los temas típicos de la familia, las infidelidades, los pequeños fraudes, etc. Y el otro es el gran bufete”
 
“En Método 3, durante un tiempo, entregábamos los informes en un estuche, como si se tratara de una boutique de investigación. Fuimos los primeros en toda Europa en implantar una ISO 9000 en nuestra empresa”
 
“En realidad, en lo referente a la política, lo único que hacíamos eran barridos para partidos políticos. Barridos para saber si había micrófonos en los despachos. Era una actividad residual, que apenas representaba un uno por ciento de nuestro trabajo”
Usted fue el director de una agencia de detectives muy famosa. ¿Cuál fue su origen?
Hace años, cuando en España no se había implantado la investigación sobre el fraude a las aseguradoras, mi madre puso ahí el centro de su negocio. Se investigaba a aquellas personas que simulaban haber tenido un accidente con lesiones graves. Método 3 trabajó en este campo durante unos diez años. Hasta que el sector de los detectives se dio cuenta de ese nicho y aumentó la competencia. Entonces los precios bajaron y mi madre decidió que Método 3 debía mantener su posicionamiento como agencia de lujo, con mucho prestigio. En ese tiempo yo terminé la carrera de Derecho. Mi madre me encargó reestructurar la empresa y abrir la agencia a otros ámbitos de negocio. Nos especializamos en el fraude empresarial y en la lucha contra la corrupción corporativa. Siempre buscando pruebas para cuando son necesarias por vía judicial. En ese momento fue cuando despegó la compañía y se convirtió en una referencia en España.
 
Así pues, Método 3 fue una agencia que se asemejaba a un bufete de abogados, con áreas de especialización.
Siempre he dicho que hay dos tipos de detective. Uno es el autónomo, con una actividad pequeña, que investiga los temas típicos de la familia, las infidelidades, los pequeños fraudes, etc. Y el otro es el gran bufete. Nuestra empresa fue un híbrido entre un despacho de abogados y uno de detectives. Siempre hemos trabajado buscando pruebas que se utilizan en vía judicial. Ustedes los periodistas tienen un mundo entero de clientes, que son sus lectores. Nosotros tenemos a un único cliente, que es el interesado en la obtención de esas pruebas. Al final, hay que entregar un informe que no deja de ser un artículo periodístico basado en pruebas. El periodista las guarda por si le cae una demanda, el detective las tiene que aportar.
 
Los detectives, ¿visten de algún modo especial? 
La primera vez que participé en una reunión internacional de detectives, a finales de los ochenta, fue en Chicago. Me encontré a una gente con una indumentaria muy parecida a la mía, más propia del aspecto de un abogado que de un detective. Yo recuerdo de esa reunión algo que me marcó. Uno de los conferenciantes dijo que los detectives no buscan datos, sino que ofrecen inteligencia. Es decir, obtienen datos, los estudian, los maduran, los transforman y los suministran en forma de inteligencia. Por todos esos motivos, desde el inicio de Método 3, mi padre redactaba los informes y ofrecía el sustento probatorio suficiente como para que nadie pudiera tumbarlos en sede judicial. Más adelante ya los redactaban otras personas y yo, en determinados momentos, les daba un matiz jurídico por mi formación. Pero siempre hemos acabado ofreciendo inteligencia, y eso fue lo que nos hizo ser grandes.
 
Como empresa, ¿Método 3 empleaba el marketing comercial o era todo boca-oreja?
Teníamos unos recursos de presentación muy trabajados. Teníamos un logotipo que era azul y gris, y un packaging blanco. Durante una época entregábamos los informes en un estuche, como si se tratara de una boutique de investigación. También organizábamos reuniones anuales para toda la gente que nos había contratado. Fuimos los primeros en toda Europa en implantar una ISO 9000 en nuestra empresa.
 
¿En qué momento se puso usted al frente de la firma?
Mi madre hizo un traspaso de poderes bastante pronto. Ella siempre ha estado tras la parte comercial, porque este es un tipo de negocio en el que las personas son muy importantes. Uno tiene que generar confianza. Mientras venía hacia aquí, escuchaba en la radio al dueño de un restaurante que decía “¿y cómo puedo saber si las gambas son buenas? Pues confíe en el pescadero”, decía. 
 
En nuestro negocio yo era la cara visible en el ámbito jurídico y mi madre lo era para el empresarial. Mi madre y yo captábamos el negocio y planteábamos la estrategia de la empresa. Finalmente dividimos la empresa en dos. Una parte la hacían unas personas y otra parte la hacían otros. Así nadie llegaba a saber el total.
 
Ustedes saltaron a la primera plana por casos sonados en el ámbito político y en el deportivo. ¿A partir de qué momento la política y el deporte se metieron ahí dentro y les complicaron la vida?
Eso es un mito que se ha ido creando. En realidad, en lo referente a la política, lo único que hacíamos eran barridos para partidos políticos. Barridos para saber si había micrófonos en los despachos. Era una actividad residual, que apenas representaba un uno por ciento de nuestro trabajo. Lo que pasa es que cuando explotó el caso Método 3 se le quisieron poner patas al burro y se empezó a decir que participábamos en política. En cuanto al tema deportivo, hemos trabajado para muchos clubes, y no sólo para el Barcelona. Lo que hacemos en ese campo son tres actividades. Una: protección de marcas y merchandising; dos: investigación sobre reventas y tres: control de los profesionales del deporte (los jugadores) que no dejan de ser personas con un contrato laboral y unos horarios que cumplir. En cualquier otro negocio también se controla a los trabajadores. 
 
Y también controlaron a miembros de la Junta, según se dijo. ¿Entonces se complicó el tema?
Sí, pero en este caso tenemos una sentencia absolutoria. Finalmente, no deja de ser una contemplación de unas determinadas personas que dicen que se van a presentar a una presidencia y a ver cuál de ellas es la más limpia. No tiene sentido añadir más: ni si se hicieron seguimientos, ni si era más que una mera investigación. Alrededor de mi figura se creó una superlación, como si se pensara que yo era una persona conocedora de los secretos de todo el mundo. La verdad es que hay secretos, pero soy cauto y digo que un detective forja su carácter el día que tiene que proteger a un cliente. Al igual que un periodista jamás puede revelar una fuente, el detective tiene que proteger al máximo a su cliente. A mí me detuvieron y a mi despacho acudieron 45 policías y otros 16 a mi casa. Me llevaron ante dos fiscales anticorrupción y me preguntaron quién era mi cliente. Yo me acogí al secreto profesional.
 
Antes de la Wikipedia y el Google, su firma había ideado una metodología para hallar el pasado y presente de las personas. ¿Era 100% fiable?
Mi mayor competencia es Google. Antes, si querías saber de alguien, tenías que hablar conmigo. Google integra información muy buena. Si ahora me diera usted un ordenador, en cinco minutos puedo decirle si está casado, cómo se llaman sus hijos, qué propiedades tiene y cuál es su pasado profesional. Es muy fácil de saber. Y funciona para casi todo el mundo. Hace poco estuve en una charla en un máster de periodismo de investigación en Madrid. A uno de los estudiantes le pregunté su nombre. Y en cinco minutos habíamos averiguado de él mucho más de lo que él pensaba que podríamos encontrar.
 
Usted habla mucho del periodismo. Y en su libro aparecen muchas referencias a esa profesión. ¿Cree que se ha idealizado la figura del periodista de investigación? ¿Siguen existiendo o ‘viven’ de filtraciones?
Bueno. Yo parto de la base de que en España ya no existe el periodismo de investigación. Existió, y uno de los primeros fue Intervíu. Pero para poder hacer este tipo de periodismo se le tiene que dar tiempo al profesional, no hay que exigirle entrevistas todos los días. Y a ese ritmo, un periodista no podría dar más de un “scoop” al mes. Otra cosa es el periodismo de filtración, que exige tener las mejores fuentes. Con excepción de El Mundo, en su primera época con Antonio Rubio y Manolo Cerdán, y en la segunda con Inda y Urreiztieta, lo que hay en España es periodismo de filtración.
 
¿Piensa usted iniciar una carrera profesional distinta, como escritor o novelista? ¿O seguirá dedicado a la investigación?
Yo sigo investigando. Hoy tengo una empresa con la que sigo aportando muchos informes a juicios. Huimos de todo lo que suene a espionaje, porque no nos ocupamos de hacer investigaciones oscuras. Lo que hacemos es informes que sustentan pruebas, en casos de querellas y demandas, o que las refutan, si se da el caso contrario. Esa es mi labor del día a día.
 
Seguirá como detective, entonces. ¿Seguirá escribiendo?
Yo soy una persona hiperactiva. Trabajo muchísimas horas al día y lo único que me hace olvidarme de mi propio yo es escribir. Otras personas juegan al golf y mi mujer, por ejemplo, practica ballet. La escritura de novelas me ayuda a olvidar los problemas y a soltar determinada información que sé y que de otra manera, obviamente, jamás podría escribir. Un libro como “Operación Cataluña” no deja de ser un informe de investigación. Lo plantee de esa manera, con 20 titulares que explican hasta dónde puede llegar un detective para meterse en la cocina del Ministerio del Interior. Y tengo novelas escritas, ya desde joven, en cuyo proceso creativo he podido olvidarme de determinadas cuestiones, y estar en casa.
 
¿Da por finiquitada la Operación Cataluña?
La mayoría de los personajes están jubilados, imputados o fuera de esas cloacas. Se están limpiando. Lo que hay son muchos procedimientos judiciales abiertos que traerán causas. Finalmente, lo que hay que exigir a cualquier policía o detective es que las pruebas que aporten sean obtenidas legalmente y con todas las garantías. Y esta operación no deja de ser el caso de unos policías obteniendo pruebas de manera paralegal, que han blanqueado para que lleguen a sedes judiciales. El problema está en todo lo “negro” que se ha hecho para obtener esas pruebas. Así que la Operación Cataluña no está finiquitada, pero sí en su fase final.
 
¿Su oficina en Madrid sigue funcionando?
Está cerrada. Fue una oficina-comodín para mi negocio. Consideramos que teníamos que tener un buen cartel en Barcelona y lo de Madrid era más bien comercial, con una persona que se dedicaba a la captación de clientes.
 
¿Usted mira permanentemente a su alrededor para ver si le siguen? 
Tengo varios problemas derivados de mi negocio. Solo hablo por teléfono con periodistas que me llaman y con mi familia. Más allá de eso nunca me escucharán hablar por teléfono con mis clientes. Siempre lo hago en persona. He llegado a desplazarme a la República Dominicana y volver en el mismo avión para mantener una conversación personal. En eso soy muy cuidadoso. En cuanto a lo de mirar alrededor, pues cuando voy con la familia no. Me pueden seguir lo que les dé la gana, porque lo que verán será la actividad de un padre y de un marido. Cuando tengo que tener una reunión delicada cojo los suficientes taxis y atajos como para que no me vean. En los últimos cinco años, los que me siguieron se aburrieron muchísimo. Pero en esta etapa de mi vida se aburrirán todavía más.
 
Tal vez este verano decida escribir el guión de una película sobre la Operación Cataluña. Sobre el espía Paesa ya la hicieron.
Hombre, si hiciesen una película sería un orgullo. Pero yo suelo coger unas vacaciones muy partidas. El mío es un negocio que tiene que estar abierto 24 horas los 365 días del año. Me tomaré cinco días con la familia y luego volveré.
 
Por cierto, usted escribe de noche o de día?
Yo escribo a primerísima hora de la mañana, en mi oficina, cuando no hay nadie. Entre las 7 y las 9.
 
Pues que todo le vaya muy bien.
Pues muchas gracias.

 

 

Francisco Marco Fernández es doctor en derecho penal, abogado, master en derecho de sociedades y detective privado. Desde los 25 años dirigió la mayor agencia de detectives de España, Método 3, que intervino en algunos de los casos más mediáticos de los últimos tiempos como “Fórum Filatélico”, Malaya, Intervida, Madeleine McCann o Francisco Paesa. También en los casos del Barça o la Camarga. Su biografía oficial dice que es autor del primer Código de Seguridad Privada concordado y comentado y de los libros “El Control en la Empresa” y “Intervida: el complot contra la ONG”. Actualmente, es el responsable de servicios de la consultoría de inteligencia Marco&Co. Además, ha escrito multitud de artículos jurídicos sobre detectives privados y su estatuto jurídico, y ponente en múltiples cursos universitarios.

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