Jordi Dalmau

Diseñador Jordi Dalmau Novias

“En nuestro atelier rompemos los esquemas”


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Jordi Dalmau es una persona con duende. Encandila. Es risueño, resuelto, directo y genuino y nos habla de su proyecto y de su historia de forma vivaz y sin cortapisa. Es un amante del color, de las personas y del optimismo. En este encuentro, desde el entrevistado hasta la operadora de cámara han sonreído en diversas ocasiones y nos hemos sentido interesados por los detalles. Por eso puede comprenderse que las novias encuentren en Jordi el asesoramiento necesario y apoyo necesarios para enfrentarse a un día tan único como inolvidable. Este creador cuenta de sí mismo que busca la originalidad y que va en contra de las tendencias. Pero sin duda también es alguien que le ha declarado la guerra al aburrimiento.

“Nuestra empresa ha salido al exterior, en primer lugar, porque ha habido gente de fuera que nos ha conocido aquí y que nos ha pedido que fuéramos a su país. En este sentido, ha sido muy importante poder sembrar primeramente en nuestra tierra”
 
(En comparación con las grandes marcas de la moda nupcial) “tenemos públicos distintos: el nuestro quiere cosas más especializadas y particulares y el suyo prefiere un producto más estándar y de tendencia. Nosotros vamos en contra de la tendencia”
 
“He vestido a centenares de novias ya. Así que no puedo recordarlas a todas. Es cierto que muchas veces alguna novia me para en la calle y me dice que yo fui quien la vestí”
 
“Mi mujer es mi socia y mis suegros fueron los primeros socios financieros”
 
“Nos suceden tantas cosas diferentes cada día, que mi tienda daría fácilmente para una “sitcom” como la de “Farmacia de Guardia”
 
“Nos gusta que nuestras pasarelas sean diferentes. Quiero que cuando usted venga a ver mi desfile sienta exactamente lo mismo que yo siento cuando hago un vestido”
 
“Hace dos semanas triunfamos en Azerbaiyán. Nos pidieron bises en el propio desfile. No me había pasado nunca”
 
“Desde hace dos años hemos aumentado el número de clientes de Catar y de Dubái” 
En algún momento usted rompe con su vida pasada y con su mujer emprenden el camino de un nuevo proyecto. ¿Qué pasó?
En 2000 éramos muy pequeñitos. Casi una mini-tienda. Nos presentamos como candidatos a desfilar en la Pasarela Gaudí y fuimos seleccionados. Pasamos de ser esa mini-tienda a una empresa que da servicio a novias. Centenares de ellas ya. Aquél fue un tránsito complicado. Hubo que estudiar todo muy bien y hacerlo en menos de seis meses. Afortunadamente encontramos a gente que nos ayudó y nos dio orientación: nos enseñaron a hacer desde un albarán hasta construir una web.
 
Los emprendedores que entrevistamos siempre tienen socios. ¿Cuáles son los suyos?
Mi mujer y mi familia. Lo digo bien claro: mis primeros socios financieros fueron mis suegros. Nos dejaron el dinero necesario para estar presentes en las pasarelas internacionales. En una época de crisis, además. Mi mujer es mi socio número uno en la actividad y mis suegros lo fueron en el ámbito financiero. Sin ellos nunca habríamos salido adelante. Por suerte, la empresa ya funciona con desahogo y estamos haciendo las cosas más tranquilamente. Disfrutamos más ahora que al principio de nuestra actividad.
 
El sector de ustedes vive inmerso en un mercado global. De hecho, ustedes han ido a Oriente Medio y a muchos otros países. ¿Qué aprendizajes puede compartir acerca de su propio proceso de internacionalización?
Nuestra empresa ha salido al exterior, en primer lugar, porque ha habido gente de fuera que nos ha conocido aquí y que nos ha pedido que fuéramos a su país. En este sentido, ha sido muy importante poder sembrar primeramente en nuestra tierra. Es aquí donde nos han conocido. Por otra parte, cualquier emprendedor que arranque un proyecto debe estar seguro de su producto y debe velar porque su propuesta sea distinta a la de los demás; que no sea una copia de lo que hace la competencia. Los clientes extranjeros han visto algo diferente en nosotros y por eso nos han ayudado a ser internacionales. Creo que eso es válido para todos los proyectos.
 
Ustedes tuvieron una idea muy celebrada en su sector cuando plantearon las sobrefaldas para los vestidos de novia. Le pregunto: ¿una buena idea perdura en su sector? ¿Es duradera?
La sobrefalda es nuestra seña de identidad. Y gracias a que nuestro abogado lo recomendó, la idea está patentada y registrada. Tenemos tres líneas de diseño: la “vintage” (con un poco de aire ‘hippy’ de calidad), la “couture” (de espaldas desubiertas) y una línea más alocada, que permite muchos cambios. Y la clientela de Jordi Dalmau sigue prefiriendo los cambios y poder sorprender el día de su boda. Las otras dos líneas surgieron como respuesta a demandas crecientes, pero seguimos siendo conocidos por la de los cambios. 
 
En Cataluña ha surgido con fuerza una gran hornada de diseñadores y marcas especializados en el segmento de la moda nupcial. ¿Es casualidad?
No sé si es casualidad, pero cerca del 60% de vestidos de novia sale de Catalunya. Quizás seamos más creativos. En Jordi Dalmau somos pequeños y no podemos compararnos en dimensión a estas grandes marcas y compañías multinacionales. Nos consideramos más bien artesanales, hacemos las cosas a medida, y nuestra novia sabe que recibe un trabajo “a la carta”. Las otras marcas son grandes fábricas que tienen unas tallas prefijadas. Tenemos públicos distintos: el nuestro quiere cosas más especializadas y particulares y el suyo prefiere un producto más estándar y de tendencia. Nosotros vamos en contra de la tendencia.
 
Hay cantantes que triunfan sin aprender solfeo. Con el éxito que tiene, ¿usted no ha pasado por ninguna escuela de diseño?
¡Soy autodidacta! Mi primera profesión fue la de florista. Y luego pasé a la moda. Hago mi trabajo y mis esbozos con el maniquí en directo. No soy de los que primero dibujan y luego plasman el diseño al tejido, sino que voy creando sobre el propio maniquí. Tengo esa suerte y ese, digamos, don. Disfruto mucho de mi trabajo…
 
Su esposa es su socia. ¿Cuál es su función dentro de Jordi Dalmau como empresa? 
Mónica, mi mujer, es la responsable de las redes sociales y de la comunicación online. Yo no tengo ni idea de cómo funciona… No sé ni escribir un mail (se ríe). También nos ha ayudado mucho una agencia de comunicación externa, pero como le decía antes somos una empresa muy pequeña, y si nuestros contenidos los podemos hacer nosotros mismos, desde dentro, suenan mejor.
 
En cuanto a relación con sus clientas, ¿usted es de esos creadores capaces de recordar caras y asociarlas con vestidos?
He vestido a centenares de novias ya. Así que no puedo recordarlas a todas. Es cierto que muchas veces alguna novia me para en la calle y me dice que yo fui quien la vestí. Entonces me resulta bastante fácil acordarme del vestido que le hice, pero, curiosamente, no soy capaz de recordar el nombre de la novia en muchas ocasiones. 
 
Hablando de las novias, cuando llegan a su estudio ¿vienen con una idea cerrada o se dejan aconsejar?
En nuestro atelier de Granollers, generalmente, rompemos los esquemas. Salvo un 15% de novias, que vienen con una idea muy calculada, la mayor parte de ellas vienen con una idea que debemos cambiar. Algunas piden un color en particular y les tengo que decir: “esto no te pega nada” y salen con un vestido blanco. A veces pasa exactamente lo contrario. En cualquier caso, todas ellas se dejan asesorar. De hecho, les gusta mucho recibir asesoramiento en un día tan especial para sus vidas.
 
Hemos visto programas americanos de “reality” en televisión, donde la mamá y las amigas están asesorando a la novia y, a veces, hasta tomando decisiones por ella. ¿Aquí también influyen estas ‘asesoras’ en su trabajo?
Lo que se ve en el canal “Divinity”, sucede exactamente igual que en la realidad. Lo que pasa es que aquí no lo vemos. Verá: si yo pusiera una cámara en mi atelier, en algunos casos la gente alucinaría. Y no sólo porque vengan la madre y las amigas. Aquí también viene el novio, el exnovio, la exsuegra… Y les ves allí, sentaditos todos, durante las pruebas de vestido. A veces me da por preguntarme por qué están dando su opinión, si ni siquiera están invitados a la boda… Son anécdotas muy divertidas. Nuestros clientes nos sorprenden a diario y mi tienda daría fácilmente para una “sitcom” como la de “Farmacia de Guardia”…
 
Cuéntenos alguna de esas anécdotas…
Hay cosas que hacen reír, y otras cosas que emocionan. Piense que con algunas novias al final acabamos pasando tres meses juntos, preparando su vestido. Te cuentan sus preocupaciones para la ceremonia: el florista, el restaurante, las mesas… Al final acabamos pareciendo psicólogos o curas confesores… Cuando se marcha, se lleva consigo un pedacito de ti. 
 
Usted sale en desfiles y, directamente, se pone a interpretar y a cantar en playback con una coreografía de modelos encima de la pasarela. Le admiro: lo suyo es una vis artística impresionante…
(Se ríe): ¡A veces incluso parece que lo hago bien! Nosotros somos muy teatreros: mi mujer, yo mismo y mi hija de 14 años, que se ha metido también en ese tren artístico. Nos gusta que las pasarelas sean diferentes. Quiero que cuando usted venga a ver mi desfile sienta exactamente lo mismo que yo siento cuando hago un vestido. Esa es la finalidad de nuestras ‘performances’.
¿Y cuando fueron a Nueva York?
Pues mire, allí fue todo muy sobrio. Precisamente no nos dejaron hacer según qué cosas. Todo fue muy normal y lineal. Quizás es que entonces éramos muy novatos y que sus gustos eran distintos de los nuestros. Tal vez se asustaron y no lo entendieron. A Alexander McQueen le pasó lo mismo: le costó mucho que le entendieran en Estados Unidos. Finalmente aprendí el modo como pensaban y sacamos nuestra línea “couture”, que es muy adaptada al gusto de ellos.
 
Oiga, cuando uno es tan bueno como usted en lo que hace, y cuando se encuentra en un sector tan creativo como el suyo, ¿no siente la tentación de salir del diseño de vestidos de novia y trabajar en otros segmentos como el de ‘post-novia’ o el de vestido de fiesta, o la moda regular? 
La verdad es que la moda general no me llena tanto. La nupcial me permite trabajar con multitud tejidos, y desatar la fantasía. Ahora hemos empezado a diseñar también vestidos para novios. Y no es lo mismo: el patrón masculino me limita. No le puedo poner al novio una pedrería, porque parecería muy raro y todavía no hemos llegado a eso. Quizás si algún día me lo piden, pueda hacerlo porque, entre otras cosas, me gusta experimentar y disfruto probando nuevas cosas. Me apasiona hacer de todo.
 
Jordi Dalmau opera en mercados europeos, americanos, pero también en países emergentes… 
Hace dos semanas estuvimos en Bakú (Azerbaiyán). Fue una verdadera sorpresa: no me esperaba nada de lo que he visto o vivido. No es, para nada, la imagen que nos transmiten los medios de comunicación de esa región del mundo. La gente es cordial y amable, nos trataron como reyes, y pienso que son verdaderas ‘esponjas’ que desean absorber la moda europea y subir el nivel de su moda, pasando de lo tradicional a lo moderno. Recomiendo visitar ese país, esa cultura y esa manera de ser de la gente…. 
 
¿Triunfaron?
Le diré que tenía miedo de que mis vestidos, que son un poco sexy y destapados, pudieran ofender alguna sensibilidad en ese país, que mezcla culturas azeríes, con la musulmana y con otras etnias. Y les encantó el desfile. Incluso nos pidieron bises, cosa que no nos había sucedido nunca. 
 
Y también están triunfando en Oriente Medio…
Después de sembrar y sembrar, como le dije antes, (ocho pasarelas Gaudí –se dice pronto–), desde el pasado año hemos tenido un aumento muy significativo de clientes de Catar y de Dubái. Nuestro producto está gustando cada vez más allí. Ellos se están modernizando.
Así pues han podido superar este largo periodo de crisis con desahogo…
Vamos paso a paso. De ser tres personas, actualmente somos seis. Pero la estructura sigue siendo la misma. Seguimos siendo igual de genuinos y artesanales. Verificamos personalmente todos los vestidos.
 
Una curiosidad malévola: ¿es primo de Custo Dalmau?
Me lo preguntan mucho. Sé que no hay muchos Dalmau, y que Custo tiene su origen en el Pallars. También sé que la familia de mi abuela es de allí y que parece que hay unos primos muy muy lejanos míos que podrían serlo de él también. Quién sabe. Algún día tendré que preguntárselo…
 

 

Amante de los colores, de pequeño una de sus grandes ilusiones era trabajar con flores. La otra, hacerlo con tejidos. Comenzó profesionalmente en lo primero, y aprendió a combinar colores y texturas. Más adelante las circunstancias le llevaron a emprender, junto con su mujer, un proyecto que ha llevado su propio nombre por diversos continentes. Con frescura y desparpajo, en 2000 se presentaron candidatos a participar en la Pasarela Gaudí, la “Meca” de la moda nupcial. Fueron seleccionados. Desde entonces no han parado de sacar colecciones y renovar conceptos, manteniéndose fieles a su amor original por el color y por los procesos de trabajo artesanales. Ahora hablan de ellos hasta en la península arábiga. No le preocupan los cambios horarios: por las noches es cuando más creativo se siente.

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