Elisabet Silvestre

Autora de "La oficina en casa"

Hábitos y entorno

“En los dos últimos siglos el ambiente se ha transformado como nunca»

Conceptos como el biohábitat son cada vez más importantes para el bienestar de las personas
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Hoy hablamos con una científica especializada en genética que, además, es pionera en el campo de la biohabitabilidad y el exposoma. En 2022 publicó dos libros nuevos y reeditó uno de sus clásicos. Es Elisabet Silvestre y nos atiende hoy en FeedbackToday.

Además de escribir ensayos y de hacer divulgación, usted es bióloga y genetista. ¿Cómo fue su transición de lo uno a lo otro?

Yo me formé como bióloga y durante unos 20 años trabajé como citogenetista. Aprendí que la genética es muy importante para explicar la salud y la enfermedad humanas, pero que el ambiente lo es tanto o más.

Digamos que existe un equilibrio entre lo uno y lo otro, entre la genética y el exposoma, es decir, entre lo que llevamos dentro y los factores ambientales externos a los que diariamente estamos sometidos.

Aprendí que la genética es muy importante para explicar la salud y la enfermedad humanas, pero que el ambiente lo es tanto o más

Es interesante.

También lo es que, a través de pequeños cambios en nuestros hábitos, podemos transformar lo uno y lo otro. Cuando lo averigüé comencé a formarme en salud ambiental para estudiar los espacios en los que pasamos más horas cada día.

El trabajo, la casa…

Todos estamos de acuerdo en que pasamos, por lo menos, un tercio de nuestras vidas trabajando y otro tercio durmiendo y descansando. Eso hace que la gestión de los espacios donde hacemos ambas cosas sea muy importante: necesitamos conocer cómo esos espacios repercuten en la salud de las personas y cómo podemos convertirlos en herramientas que aporten valor positivo a nuestras vidas.

Eso es lo que se conoce como el estudio de la biohabitabilidad. Es decir, el estudio de cómo habitamos los espacios desde el punto de vista de la biología humana para generar mayor bienestar, confort y equilibrio a nuestros sistemas biológicos. A ello llevo dedicada otros 18 años más, como docente y divulgadora.

Estos son unos conocimientos que no existían hace 30 años. ¿Todo el mundo los acoge del mismo modo?

Creo que poco a poco se va tomando consciencia de que el entorno en el que vivimos tiene un peso importante en la salud y la vida de las personas. De hecho, la OMS cataloga los espacios físicos que habitamos como determinantes para la salud humana, además de otros factores socioeconómicos y del sistema sociosanitario.

En estos años también he aprendido bastantes cosas sobre una nueva rama de la ciencia llamada epigenética. Es la que explica cómo las condiciones del entorno son capaces de modular la expresión de nuestros genes. Hay ya mucha información al respecto, pero sobre todo un gran potencial de avance.

La OMS cataloga los espacios físicos que habitamos como determinantes para la salud humana, además de otros factores socioeconómicos y del sistema sociosanitario

Algunas teorías dicen que la genética determina cómo somos. Pero la epigenética dice que el entorno determina a los genes. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?

Los hábitos son muy poderosos. Pequeños cambios en los hábitos cotidianos pueden tener una incidencia muy positiva. Por ejemplo, si pasamos de ser sedentarios y estar sentados todo el día a tener hábitos de trabajo saludable, a alternar momentos de pie con el asiento, a tomar pausas activas y a movernos, los resultados cambian mucho. También cuenta la forma de alimentarse, o el dormir, o la iluminación, que nos afecta a los ritmos circadianos.

Estos son conocimientos que se han desarrollado en laboratorios y que a mí me encanta convertir en pautas sencillas y en hábitos del día a día que acaban incidiendo positivamente en nuestras vidas.

Los hábitos son muy poderosos. Pequeños cambios en los hábitos cotidianos pueden tener una incidencia muy positiva

¿Qué más cosas interesantes ha aprendido sobre epigenética?

Pues un tema que trato mucho es el de la presencia de los tóxicos en la vida cotidiana. Hay muchas sustancias que, a pesar de encontrarse en dosis muy bajitas en nuestro día a día, son disruptores endocrinos y tienen la capacidad de regular nuestras hormonas.

Los estudios nos dicen que la exposición a esos tóxicos puede comportar problemas de salud, dependiendo de cuándo hayamos tenido contacto con ellos. Por ejemplo, si nos hemos expuesto durante la gestación, podemos desarrollar problemas en la infancia, o en la edad adulta o, quizás, pueden trasladarse a las generaciones futuras.

Hay muchas sustancias que, a pesar de encontrarse en dosis muy bajitas, son disruptores endocrinos y tienen la capacidad de regular nuestras hormonas

Los cambios de generación en generación, es decir, los cambios evolutivos, tardan muchos miles de años en mostrarse. Pero ahora todo va más rápido, ¿no cree?

Si miramos la línea del tiempo y, en ella, la historia de la humanidad, veremos que en los últimos dos siglos el entorno se ha transformado como nunca. Actualmente tenemos iluminación artificial en los hogares, materiales de construcción inexistentes en el pasado, productos sintéticos, tecnología… Hemos logrado cambiar el ambiente de forma radical y nuestro cuerpo no se adapta tan rápido. Quizás le costará adaptarse.

¿A las nuevas generaciones les cuesta también adaptarse?

Está claro que las nuevas generaciones son muy digitales. Nosotros quizás somos la generación de la reconversión, la que se tenido que aprender. Pero las que nos siguen son personas totalmente digitales y el enfoque cambia. El reto con ellos es ayudarles a evitar estar 24 horas al día pegados a lo digital…

Muchos adolescentes duermen con el móvil pegado a la cabeza y con todas las alarmas puestas para no perderse nada. Los psicólogos que trabajan en estos campos advierten que hay que comenzar a establecer pautas para minimizar los efectos negativos de estar siempre enchufados.

El trabajo con las nuevas generaciones es ayudarles a evitar que estén 24 horas al día pegados a lo digital

Volviendo a la biohabitabilidad: cuando llegó la pandemia, muchos pasamos a teletrabajar. Pero no lo hicimos en las mejores condiciones.

Tal vez. Pero el teletrabajo nos ha ayudado a dar un gran salto. Hay empresas que hoy en día siguen teletrabajando, o que combinan lo presencial y lo virtual. Lo cierto es que cuando trabajas en casa todo depende de si vives solo, o en pareja, o con más familia, porque tienes que compartir el espacio. Y eso te lleva a tener que planificar el uso de ese espacio en relación con las actividades que tú hagas y las que haga el resto de tu familia.

Y a separar el tiempo de trabajo del de ocio. Había quien, trabajando, no se quitaba el pijama en todo el día.

Vale la pena que mantengamos los ritmos y que no perdamos las pautas de higiene. Por ejemplo, por la mañana, una buena ducha es un estupendo despertador para todo el organismo. Dicho esto, es cierto que durante la pandemia muchos nos hemos encontrado trabajando a media tarde y dándonos cuenta de que todavía íbamos en pijama.

Pero, insisto, la pandemia nos ha enseñado la importancia de las rutinas de los ritmos y de los ciclos. Somos seres no lineales: nuestra biología funciona por ritmos y ciclos. Por ejemplo, es bueno que nos levantemos con la primera luz del sol, que nos aseemos, que tengamos unos tiempos de trabajo y otros de desconexión, que nos tomemos el tiempo necesario para sentarnos a comer y prestar atención a la comida de manera consciente… Adquirir estos hábitos termina incidiendo de forma muy positiva sobre nuestro estado de salud.

Si teletrabajamos vale la pena que mantengamos los ritmos y que no perdamos las pautas de higiene

También aumentaron las crisis relacionales en casa con el teletrabajo.

La pandemia también nos puso ante la realidad de que en muchos hogares existe una sola mesa. Y de que, a lo largo del día, en ella poníamos diversos ordenadores de trabajo, luego la utilizábamos para comer toda la familia, luego servía para hacer de clase improvisada para los niños…

Creo que hemos aprendido que necesitamos ambientes flexibles en casa. Cada cual puede tener los metros cuadrados que sea, pero lo importante es que encuentre ese pequeño rincón personal que pueda convertir en su espacio de trabajo.

¿Eso vale para los pisos pequeños?

Está claro que no todo el mundo dispone en su casa de una habitación para dedicar exclusivamente a su trabajo. Imagínese si en un piso viven, además, dos o tres personas. Pero en el libro “La oficina en casa” (RBA) explicamos diferentes opciones para lograrlo. Lo importante es que uno encuentre el espacio que le permita enfocarse a su trabajo.

Además de ese libro, ha escrito otros más.

El pasado año publiqué dos de forma consecutiva. Uno es el de “La oficina en casa”, que como le decía sirve para no llevarse a casa los típicos problemas de las oficinas enfermas. El otro es “Tu casa sana” (RBA), con todas las claves de lo que podemos hacer en nuestros hogares para poner la salud ambiental a nuestro favor.

Le falta uno más y ya tendrá una trilogía.

De hecho, lo tengo. El año pasado se reeditó el libro “Vivir sin tóxicos” (RBA), que publiqué en 2014. Ahí hablamos de la cantidad de tóxicos y sustancias químicas que están presentes en la vida cotidiana.

Ha sido reeditado porque ahora hay más consciencia de la que había hace 9 años. Todo se va divulgando más y la ciudadanía es cada vez más consciente de todo ello. Estamos bastante al tanto, por ejemplo, de la cantidad de residuos que generan los plásticos, pero también de los efectos que esos plásticos tienen sobre nuestro organismo. En estos años se ha popularizado el concepto de la “One Health”, que significa que la salud del medio ambiente y la del ser humana son indisociables, y que lo que le va bien a una le va bien a la otra.

Estamos bastante al tanto de la cantidad de residuos que generan los plásticos, pero también de los efectos que tienen sobre nuestro organismo

Con todo ese trabajo de divulgación y docencia, ¿ha abandonado la investigación del todo?

No exactamente. Para escribir esos libros y dar las clases que doy en másteres y posgrados de arquitectura necesito estar al día y para eso hay que seguir leyendo mucho. Así que sigo de cerca los resultados científicos que se van publicando. Por otro lado, me encanta convertir esos conocimientos en accesibles a los ciudadanos, a través de pequeñas grandes ideas que les ayuden a vivir mejor cada día.

Para escribir libros y dar clases necesito estar al día y eso significa que tengo que leer mucho

¿Pero añora el ambiente de laboratorio y de investigación básica?

Como le digo, sigo leyendo artículos académicos y estando al día de todo lo que puedo. Y, además, el campo de la biohabitabilidad me ha permitido encontrar información que nos puede ayudar muchísimo a mejorar los espacios en los que vivimos. Especialmente, creo que podemos incidir en nuestros hogares si trabajamos en ellos.

Otra de las cosas que hago es colaborar con arquitectos y médicos para diseñar y crear espacios que sean saludables y, a la vez, sostenibles y energéticamente eficientes. La salud, no lo olvidemos, es un vector transversal que tiene que ver con todo lo relacionado con el medio ambiente, el cambio climático, las ciudades resilientes, las islas de calor… En los próximos años será muy importante el reto de reverdecer, naturalizar y darle la vuelta a todos estos aspectos para mejorar el bienestar.

En los próximos años será muy importante el reto de reverdecer, naturalizar y darle la vuelta a todos estos aspectos para mejorar el bienestar

Años atrás se hizo muy popular el estudio de los colores como factor de salud. ¿Sigue teniendo sentido?

Sí, aunque son cosas distintas a las que hago. El color tiene que ver con la física (es luz y ondas electromagnéticas) y con la psicología. Los estudios dicen, por ejemplo, que unas paredes de color rojo tienden a aumentar un poco la temperatura de los espacios, o que la abundancia de color azul refresca el ambiente. Por su parte, el amarillo nos recuerda a la luz del sol y el verde nos relaja, porque nos conecta con la naturaleza.

Todo eso es muy interesante y nos lleva a la idea de que cuando uno está diseñando los espacios de su casa, tiene que saber lo que quiere lograr, porque finalmente los ambientes terminan transformando los cerebros.

El color y la luz son información que recibimos y es importante saber cómo funcionan estas cosas: la próxima vez que pinte una habitación en casa, tenga en cuenta un color u otro según si quiere estar más activo o relajado.

Lo tendré en cuenta. ¿Todos los espacios se pueden reparar? ¿O los hay irreparables?

Creo que siempre hay opciones de repararlos. Lo que pasa es que algunas veces, las medidas son tan costosas que la reparación es casi imposible. Todo depende de si usted se puede costear las reformas.

Pero para mí lo más importante es tener el conocimiento. Cuando uno está construyendo una casa o se rehabilita el piso, de lo que se trata es de hacer un buen diagnóstico de la situación para que, desde el diseño, pueda encontrar las mejores soluciones. Queremos utilizar materiales sostenibles y naturales, que sean energéticamente eficientes y que no aumenten la huella de carbono. Pero todo eso, además, combinado con un ambiente saludable y de calidad.

¿Diría que se ha vuelto ecologista con el tiempo?

Creo que, con el tiempo, cada persona se vuelve más consciente y sensible. Cuando tenía 14 años todo lo que quería era conocer cómo funcionaba la vida. La biología me ayudó a entender esa cuestión. Pero cuanto más aprendes, más entiendes que necesitas saber más, para conocer cómo funcionan las cosas.

Formada en biología, con un máster en biología humana y un doctorado, se dedicó durante 20 años a la investigación citogenética, llegando a ser Jefa de Sección en Citogenética y Biología Molecular. Con el tiempo aprendió que el entorno influye tanto en la vida como el ADN y, por esa razón, decidió investigar el denominado exposoma y formarse en diseño y de espacios saludables. Llegó así al campo de la Biohabitabilidad, un campo del que es pionera y en el que ya lleva escritos cinco libros desde 2007. Docente y divulgadora, aparece regularmente en medios de comunicación y en conferencias, además de impartir clases en másteres y postgrados de arquitectura y ambientalismo.

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