Santiago Restrepo

Investigador y neurocientífico

Trabajo y dopamina

«Cambié el liderazgo de 20.000 personas por el de un equipo de cinco. Y soy muy feliz»

El neurocientífico colombiano Santiago Restrepo defiende la relación entre felicidad y productividad
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Psicólogo, investigador en neurobiología, conferenciante internacional y académico, Santiago Restrepo aplica la neurociencia al mundo de las organizaciones para hacer a la gente más feliz y productiva. Hoy nos atiende desde su Colombia natal.

Leyendo su currículo y su amplísima formación, se diría que usted ha transitado por muchos campos del saber.

Le contaré mi historia. Cuando comencé a estudiar, de joven, no tenía claro qué quería hacer. Empecé y abandoné los estudios de Ingeniería, y luego los de Geología. No funcionaron para mí. Y me pasé a la psicología.

¿Por alguna razón en especial?

Yo quería buscar respuestas. Completé los estudios y me fui a trabajar al sector privado. Pasé diez años en ese ámbito y llegué a dirigir áreas de Recursos Humanos de grandes empresas como Cervezas Corona y otras parecidas. Gestioné plantillas de hasta 20.000 personas. 

Pero llegó un momento el en que me dije: “yo quiero ir un poco más allá”. No me veía administrando nóminas o manejando procesos de selección masivos. Lo que quería era saber lo que hay detrás del ser humano que trabaja en una organización. En Colombia decimos que “me picó el bichito”, cuando nos referimos a los ataques de curiosidad…

Llegué a dirigir áreas de Recursos Humanos de grandes empresas como Cervezas Corona y otras parecidas. Gestioné plantillas de hasta 20.000 personas.

Y parece que le picó bien fuerte.

Me puse a investigar el cerebro humano. Estudié neuropsicología y luego me doctoré en Argentina. Me retiré del mundo organizacional pero pasé a dedicarme a la biología aplicada a las empresas. Me interesaba saber cómo podíamos mejorar el rendimiento y los procesos de las personas en las organizaciones. Quise estudiar también el neuromanagement, es decir, la neurociencia aplicada a la dirección y al liderazgo.

Caramba.

También hice algunas incursiones en el campo del neuromarketing y la neuroeconomía. Hace tres años, quienes recibieron los premios Nobel de Economía fueron especialistas en estas disciplinas.

Actualmente investigo cómo las personas pueden ser más productivas, pero a la vez más felices. Con las neurociencias intentamos mejorar la calidad de vida de la gente, pero también que las cosas les vayan mejor a las empresas.

Con las neurociencias intentamos mejorar la calidad de vida de la gente, pero también que las cosas les vayan mejor a las empresas.

Algunos conceptos se utilizan tanto que llegan a desgastarse. La inteligencia emocional, por ejemplo. ¿Cree que lo ‘neuro’ puede banalizarse?

Vivimos en un mundo que se mueve por tendencias y modas. Hace unos años se popularizó la programación neurolingüística o PNL. Hubo un gran boom en todo el mundo con este tema. Y aparecieron muchos vendedores de humo. Era gente que le ponían el prefijo “neuro” a cualquier cosa para vender a cualquier precio. Y lo lograban. Lo mismo sucedió con la inteligencia emocional de Goleman. Y también lo explotaron muchos otros de una manera no científica.

Lo que queda en realidad es de sentido común. Las organizaciones, y las sociedades en general, tienen que aunar el bienestar y la producción. No se puede tener un país con gente feliz si no producen. Es como querer montar un negocio sin tener dinero que invertir. Este es un principio básico en el mundo en que vivimos, nos guste más o menos… No se puede hacer dinero, sin dinero.

No se puede tener un país con gente feliz si no producen. Es como querer montar un negocio sin tener dinero que invertir.

Verdaderamente.

La neurociencia nos pone ante la certeza de que cualquier actividad que se produzca en el mundo de la empresa, en la educación, en la medicina… tiene que pasar necesariamente por el cerebro humano, que es un órgano maravilloso y que se rige por unos procesos cognitivos. Sin ese órgano, nada funciona. Pero ahora imagínese que unimos ese conocimiento con otros…

¿Como cuáles?

Como la física cuántica o la teoría de cuerdas, por ejemplo. Cuando unimos la tecnología que nos permite estar hablando a usted y a mí en este momento, con la física cuántica y la neurociencia, podemos impulsar a una sociedad de manera vertiginosa. En los últimos 20 años hemos avanzado más que en los 100 anteriores. Aunque todo tiene un riesgo.

Seguro que sí. ¿Cuál es?

Pues que la tecnología no puede primar por encima de la humanidad. Si al científico se le olvida que antes de todo es un ser humano, generará aplicaciones tan nefastas como la bomba atómica, por ejemplo.

Si al científico se le olvida que antes de todo es un ser humano, generará aplicaciones tan nefastas como la bomba atómica, por ejemplo.

Y usted, ¿cómo prefiere definirse? ¿Cómo un científico o como un humanista?

Comenzaría por decirle que esa dicotomía no tiene sentido, porque la ciencia nunca puede desligarse del ser humano. A mí me gusta utilizar una frase que dice: “la magia es ciencia que aún no se ha comprobado”. Y no me imagino a ningún científico que no sea humano. Así que si la ciencia no se puede aplicar al bienestar de la gente, no tiene razón de ser. Respondiendo a su pregunta, me considero 100% científico y 100% humanista.

Si la ciencia no se puede aplicar al bienestar de la gente, no tiene razón de ser.

Una de sus líneas de investigación se especializa en la educación. ¿Es importante que la neurociencia nos ayude desde bien pequeños?

En agosto de este año he publicado un libro sobre la felicidad. Y dentro del libro, trato sobre la educación, que no es un proceso nuevo. De hecho, existe desde que vivíamos en las cavernas, hará unos 100.000 años, aunque hay quien piensa que es un fenómeno contemporáneo, o exclusivo de las escuelas.

El gran pedagogo Paulo Freire dijo que la educación era preparar a las personas para que sobrevivieran y fueran felices. Y para mí es el fin último. Así pues, si logramos saber cómo funciona el cerebro de los niños y niñas que aprenden, y el del educador que les está enseñando, podremos ayudarles a entenderse mejor. Y, con ello, podremos facilitar que la educación sea un factor de supervivencia y felicidad. Lo cual me lleva al segundo punto de nuestro libro: la neurofelicidad.

¿En qué consiste?

El libro que le mencioné resultó de dos años de investigación junto a ciertas universidades de América Latina. Verificamos que aquellas personas que sienten una felicidad biológicamente natural ven reflejadas esa emoción en su trabajo. Llevamos esa idea al modelo experimental y podemos asegurar que una empresa con personas felices también produce más. 

Ya lo ve: la emoción de la felicidad favorece el alto desempeño en las organizaciones, ya sean universidades o empresas. Y lo mismo podemos decir de los niños en la escuela.

¿La neurociencia funciona de la misma manera en todas partes del mundo? 

En mi experiencia personal, la especie humana tiene una serie de funcionamientos y estructuras que son iguales. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Especialmente, aquello que nos hace felices. Los mecanismos neurobiológicos de la felicidad: la dopamina, la oxitocina, la serotonina… son idénticos para todos los seres humanos.

Pero también cuentan mucho los elementos culturales, porque influyen en la activación de estas estructuras del cerebro. Así que el entorno es fundamental. Los científicos mostramos cómo funcionan las cosas, pero los educadores, administradores e ingenieros tienen la tarea de utilizar esa información y saber aplicarla correctamente. Una misma aplicación puede ser eficaz en Europa, pero no en Asia, por ejemplo.

Los mecanismos neurobiológicos de la felicidad: la dopamina, la oxitocina, la serotonina… son idénticos para todos los seres humanos.

¿Un líder nace o se hace?

Es como preguntar si fue primero el huevo o la gallina. ¿Qué piensa usted?

Pues siempre digo que los dos a la vez…

Pues así es. Y la respuesta más precisa a su pregunta es que todos los seres humanos sanos, es decir, los que tienen sus funciones neurocognitivas estructurales dentro de la norma, tienen el potencial de ser líderes de sus propias vidas. 

Todos nacemos con las competencias necesarias para ser líderes. Pero, nuevamente, el entorno favorece que esas competencias se den o no se den. Le pongo un símil: todos disponemos del terreno necesario para que el árbol del liderazgo nazca y se arraigue en nosotros. Pero si lo abonamos, le ponemos el nutriente y lo cuidamos, seremos líderes de otros. Si no lo hacemos, nos quedaremos liderando nuestra propia vida o tal vez ni eso.

Muchos prefieren el “ni eso”.

No pasa nada. En una compañía solo puede haber un presidente. Y en un país solo puede haber un canciller. Así que no necesitamos que todo el mundo sea líder de la empresa o del país. Usted puede ser un extraordinario líder siendo operario de una máquina. Y eso puede conllevar grandes beneficios a su empresa también. Simplemente, está liderando un proceso diferente.

Al fin y al cabo, el deseo de cada persona y las condiciones en las que se encuentra es lo que determina su grado liderazgo. Personalmente, renuncié a ser directivo de una gran empresa para poder dedicarme a la investigación. Cambié el liderazgo de 20.000 personas por el de un equipo de cinco investigadores. Y así soy muy feliz.

Algo oscuro debe tener el liderazgo, puesto que muchos lo quieren y no siempre con las mejores intenciones.

Le daré mi opinión al respecto. Es más personal que científica. Pienso que liderar no es empujar ni arrastrar, sino que es motivar e invitar. Un buen líder debe permitir que los demás tomen sus decisiones. Que decidan si quieren ir por un lado u otro.

Liderar no es empujar ni arrastrar, sino que es motivar e invitar. Un buen líder debe permitir que los demás tomen sus decisiones.

A su espalda tiene un retrato de Jesús de Nazaret. Millones de personas ven en él a un gran líder…

Independientemente de la creencia religiosa de cada cual, que todas son muy respetables, lo cierto es que hay personas que marcaron un gran cambio en la historia. Entre ellas, Jesucristo. Fíjese en que estamos en el año 2021 después de su nacimiento. Y esta es una fecha que se aplica a casi todo el mundo.

Y, a la inversa, siempre hubo líderes con efectos nefastos. Adolf Hitler asesinó a millones de personas. Pero en su día le vieron como un gran líder porque llevó a Alemania de estar derrotada a ser una potencia de un nivel tan grande que casi termina con el mundo. El poder lo corrompió y le volvió loco.

Es lo que tiene la propaganda. Personalmente me quedo con la idea del buen liderazgo.

A mi me gustaría decir que todos podemos ser líderes de nuestra propia vida. Las personas pueden tener más o menos dinero, pueden tener un accidente o no tenerlo, o pueden pasar por cosas que se escapen a su control. Pero la actitud es algo que siempre está a tu alcance y que puedes cambiar.

Tú puedes liderar a tu familia, a tus amigos o a tu propia vida. Y la mejor manera de saber que ejerces un buen liderazgo es viendo si llevas a esas personas hacia la felicidad y la productividad. El neuromarketing, como la neuropolítica, es un gran concepto, porque es el arte de seducir, persuadir y enamorar teniendo en cuenta el funcionamiento del sistema nervioso y del cerebro de las personas a las que nos dirigimos. Y eso vale para políticos, marcas comerciales o para cualquier ciudadano.

Santiago Restrepo se considera, ante todo, un estudioso del comportamiento humano y una persona curiosa. Formado como Psicólogo, especialista en Psicología de las Organizaciones, con estudios de maestría en Neuropsicología, doctor (PhD) en Neurociencias Cognitivas y con dos postdoctorados. Actualmente es investigador y profesor en varias universidades de Colombia, México, Puerto Rico y España. También es conferenciante internacional con experiencia en gestión del del talento humano, pero ante todo, se define como un eterno aprendiz y un firme creyente en el Gran Arquitecto del Universo. Preside RAIDHSE, la Red Académica Intercontinental para el Desarrollo Humano, Social y Empresarial y es autor de diversos libros. El último, “Emoción y Desempeño en Profesores Universitarios”, fue coescrito junto a los investigadores Uriel Osorio Arango, Juan Carlos Cardona Acosta y Cecilia Frontera y se publicó en julio de 2021. 

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