Sara Serantes

Fundadora de Sushifresh

“En 2014 crecimos un 200% y logramos el primer millón. No imaginábamos que fuera tan pronto”


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No se confundan: el sushi puede ser peor, mejor o superior. Todo depende de la calidad de la materia prima, de la habilidad del cocinero y de si el pescado es más o menos fresco. Sushifresh destaca en las tres categorías. Y el mercado –presencial y, especialmente, online- lo ha entendido rápidamente. En solo cuatro años, Sara Serantes descubrió el secreto del buen sushi en las antípodas, se lo trajo a Barcelona y ha creado empleo para 26 personas. Su facturación aumenta a ritmos del 200% anual. Hoy le pedimos que nos cuente cómo lo hace.

“Decidimos hacer sushi artesanalmente y que sólo lo serviríamos recién elaborado. Los demás lo envasaban y refrigeraban” 
 
“Nos hemos dirigido exclusivamente al mercado online. En estos años no hemos hecho otra cosa”
 
“Nuestro primer obrador fue una cocina alquilada a un hotel”
 
“Hoy trabajamos en Sushifresh 26 personas”  
 
“Nuestros clientes presenciales agradecen ver cómo preparamos artesanalmente su comida”
 
“Somos como un restaurante, pero llevamos la comida recién hecha a casa del cliente”
 
“Sufrimos la piratería: hay quien nos copia escandalosamente de la web y tenemos la ayuda de un especialista en propiedad intelectual”
Por los motivos que fueran, usted conoció el sushi en Nueva Zelanda…
Me había ido a vivir allí porque aquí se me había terminado el trabajo. En ese país hay mucha población asiática y un montón de establecimientos de sushi artesano, preparado al momento y muy asequible. Pensé: “esto podría funcionar en Barcelona”. Era 2009 y todavía no abundaban aquí los locales de este estilo. Siempre tuve inquietud por emprender y comencé a seguir a la competencia en Barcelona y a hacer el plan de marketing a distancia.
Y entonces regresó a Barcelona y se dedicó “full time” a su proyecto…
Esa era la idea inicial. Lo que pasa es que me había con el que hoy es mi marido y cuando volvimos estábamos embarazados. Imagínese ir embarazada a pedir financiación… Era inviable. Así que pospuse el arranque hasta que mi hija tuvo cuatro meses y aproveché la baja maternal para preparar el plan de empresa.
Según parece, usted encontró algún apoyo de instituciones y programas de promoción económica…
Así es. Me ayudaron mucho, aunque fue un proceso complejo. Al principio me dieron asesoramiento gratuito en el programa “Inicia”, de Foment. Allí me ayudaron a crear el plan de empresa y un informe de viabilidad del proyecto. Pensé que con aquello ya sería suficiente para que el banco me proporcionara la financiación, pero no fue así…
¿Ah, no?
Para entonces ya estábamos en 2011 y el grifo financiero estaba completamente cerrado. Esa fue una de las peores épocas en materia de financiación. La banca tradicional no la daba y fui a pedir ayuda a entidades avalistas. Pero éstas, a su vez, también pedían otros avales. Así que fue imposible… También lo intenté pidiendo microcréditos para mujeres emprendedoras, pero la cuantía que ofrecían era insuficiente. Y fui al ICO, al Institut Català de Finances… a todas partes, pero no conseguí nada. 
¡Menuda trayectoria! Pero en algún momento llegó el feliz desenlace…
Al final, navegando por Internet, conocí a un emprendedor que había recibido financiación de ENISA, la Empresa Nacional de Innovación Tecnológica. Contacté con ellos y tras una horrorosa burocracia lo conseguí. Ahora el sistema ha cambiado, pero entonces, para que ENISA te atendiera, habías de encontrar el apoyo de alguna asociación empresarial, porque no trataban a particulares… En mi caso fueron los de AIJEC.
¿Cómo pensaba diferenciar Sushifresh de otras propuestas gastronómicas, incluso de comida japonesa?
En aquel momento lo que hacían todos era preparar, envasar y refrigerar la comida. Nosotros decidimos que lo haríamos artesanalmente y que sólo lo serviríamos recién elaborado. Es decir, igual que un restaurante. Pero en vez de venir a comer, llevamos la comida a casa del cliente. 
Recibimos el pedido, lo elaboramos y el repartidor lo entrega… No tenemos un mostrador con comida preparada y refrigerada. A veces esto nos causa algún problema: viene alguien con prisa y le tenemos que preparar la comida al momento. Pero el cliente valora también que el producto esté recién hecho.
 
Así que si los clientes van al establecimiento, también ven cómo les preparan la comida…
Hay mucha gente de este tipo. Siempre atrae ver el proceso. La elaboración de un producto tan delicado como el nuestro es un arte y la gente agradece ver lo que le preparan.
 
¿Cómo es su carta de productos?
Bastante amplia. Con cuatro o cinco tipos de pescados podemos hacer combinaciones casi infinitas. Creo que tenemos entre ochenta y cien referencias…
¿Y van ustedes mismos a comprar el pescado a diario?
Tenemos un fantástico proveedor de pescado, que cada día se levanta a las dos de la mañana para ir a Mercabarna y traérnoslo. Es el mismo que atiende a todos los restaurantes japoneses de Barcelona. Por tanto, la calidad está asegurada.
Sobre su marketing publicitario: ¿cuál es su enfoque?
Nos hemos dirigido exclusivamente al mercado online. En estos años no hemos hecho otra cosa. Ni patrocinios, ni publicidad en medios… Está claro que el cliente que recomienda nuestro servicio es la mejor propaganda que existe. Pero a nosotros el marketing electrónico nos permite conseguir un buen posicionamiento en los buscadores a un coste muy interesante.
Y ¿a qué segmento de público se dirigen?
A aquellas personas que en un momento determinado se plantean “¿qué vamos a cenar hoy?” y deciden llamarnos. Como nuestra filosofía es la de ofrecer un producto recién elaborado y artesano, lo cierto es que nuestros tiempos de espera son más largos que los de una pizza. Y en hora punta, todavía más. Así que cada vez hay más clientes prevenidos: nos llaman a las ocho de la tarde para que se lo tengamos listo a las diez.
El suyo es un negocio ‘online’, pero seguro que en su plan de marketing ya tenían previsto contar con un ‘cuartel general’ presencial…
Así es. Lo que sucedió es que al principio no había suficiente dinero como para disponer de ese local. La página web es nuestro ‘core business’ y decidimos desarrollar más ese aspecto: una web con sus fotografías, su diseño, su packaging… Nuestro primer obrador era una cocina alquilada a un hotel de Barcelona…
Eso, haga historia y cuéntenos cómo ha ido evolucionando su negocio…
Arrancamos la actividad en julio de 2012. Durante seis meses estuvimos trabajando en la cocina del hotel, y contábamos con un cocinero, dos repartidores y yo misma. Luego la demanda aumentó y doblamos el número de repartidores. Y aun así vimos que aumentaba la demanda y decidimos buscar más financiación para costearnos un establecimiento físico. 
¿Y no tuvieron dificultades financieras entonces?
Ya fue un poco más sencillo. Estábamos más consolidados y el Institut Català de Finances nos prestó el dinero. Abrimos nuestra primera tienda en la Vía Augusta de Barcelona en mayo de 2013. Y así hasta hoy: trabajamos 26 personas: 14 son cocineros, 8 son repartidores, y hay analistas…
Entendemos el trabajo de los cocineros y de los repartidores. Pero ¿qué analizan los analistas?
Tenemos de todo. Por ejemplo, hay un asesor gastronómico japonés que lleva el control de la cocina (todo nuestro personal es asiático). Yo misma voy “tapando huecos” (llevo la gestión, el personal, los proveedores…) Y también se está incorporando mi marido, que es especialista en marketing online, y como le digo, ese es un pilar fundamental de nuestro negocio. Como lo será la siguiente fase…
¿Qué fase es esa?
Pues que en septiembre vamos a abrir una segunda tienda, en la Calle Europa de Barcelona. Complementará a la que tenemos en la Vía Augusta.
Vemos que su estructura fija ha crecido rápidamente. Muchas otras start-ups prefieren externalizar servicios. ¿Por qué no lo han hecho como ellas? 
Con algunas actividades lo hacemos. Quizás el tema que más podríamos externalizar es el del reparto, pero decidimos no hacerlo. La verdad es que Sushifresh funciona como dos empresas distintas, aunque unidas: un restaurante y una empresa de reparto. Entendemos que hacer el reparto nosotros mismos es mucho más seguro y rentable.
 
Y, retomando el tema online, a lo largo de estos años, con la competencia que hay, su web habrá tenido que evolucionar mucho…
Desde luego. Actualmente estamos en la época de los smartphones y las tablets y por tanto todas las páginas webs deben responsive, es decir, que tienen que estar adaptadas a los distintos dispositivos en manos del público. En su día no teníamos dinero para que esto fuera así, y decidimos hacer algo más convencional. Pero ahora estamos a punto de lanzar una nueva web con un buen diseño e imagen y que sea responsive y a la vez más práctica para el usuario, más usable.
 
Hablemos de números… ¿Sus cuentas en los últimos años han sido buenas?
Hemos cerrado el último año con un incremento inmenso, del 200% respecto al año anterior. Hemos alcanzado el millón de euros de facturación, que era un hito inimaginable cuando estaba haciendo mi plan de empresa. Ni en la previsión a cinco años vista contábamos con nada similar a lo que hemos conseguido. La satisfacción es enorme. 
 
Seguro que con ese éxito les habrán salido imitadores…
Unos cuantos. Nos han robado imágenes, plagiado la marca… Tenemos un abogado especialista en propiedad intelectual detrás de gente que se lucra del esfuerzo ajeno de una forma escandalosa. Sufrimos una especie de piratería.
 

 

Estamos ante una self-made woman en todos los aspectos: A los 18 años empezó a trabajar, pero como está convencida de la formación continuada, a los 21 arrancó sus estudios de Derecho, que cursó a distancia para poder compaginarlos con un empleo en una agencia de marketing. Luego llegó la crisis y el trabajo se esfumó. 
Decidió hacer las maletas y vivir a Nueva Zelanda un año entero… “Si te vas más lejos”, dice irónicamente, “ya estás más cerca”. Allí aprendió el idioma y nuevas maneras de emprender. Volvió embarazada de su hija y de muchas ideas. Creó Sushifresh y luchó contra viento y marea hasta que le prestaron los recursos necesarios para financiarse. Dejó aparcado el Derecho, pero promete retomarlo algún día. Y todo indica que cuando Sara se propone algo, lo consigue.

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