El borrador de la Ley de Economía Sostenible ya está en trámite parlamentario y en pocos días tendremos la Ley aprobada. Para muchos esta Ley ha sido una gran sorpresa (agradable sorpresa) por su vanguardismo y su innovación respecto a lo que hasta la fecha se ha venido haciendo (avanzar con pies de plomo en la senda de la sostenibilidad, publicando leyes parciales y poco comprometidas). Veremos que los diferentes medios se hacen eco de innumerables críticas procedentes de diferentes sectores políticos y sociales. Unos por decir que se queda corta, otros por decir que es oportunista políticamente hablando.
Yo animo a superar las críticas para acompañar el desarrollo reglamentario de esta ley y dotar al registro jurídico de nuestro país de fuerza suficiente como para cambiar el actual modelo económico, el cual todos sabemos insostenible. Superar las críticas que irán dirigidas no a la Ley misma, sino al gobierno (sea cual sea el gobierno que la haya redactado, sea cual sea su color político, siempre será criticado). Esta Ley nos ha dejado perplejos a todos: a los técnicos, a los juristas y a los mismos políticos. Nadie esperaba que el gobierno diera este paso tan decidido en favor del cambio de modelo. Un modelo hasta ahora puramente especulativo (ladrillo, turismo, corrupción generalizada en las instituciones y las empresas) que debe ser inmediatamente substituido por un modelo productivo e innovador. Un modelo que debe basar su producción y su innovación en preceptos de sostenibilidad ambiental, social y económica.
El informe Brundtland de 1987 ("Hacia nuestro futuro común") avanzaba ya esta necesidad de conjugar desarrollo y sostenibilidad. Han pasado muchos años y esta necesidad se ha convertido en una condición de supervivencia para todos nosotros, les guste creerlo a algunos o no. ¿O a caso vamos a supeditar las creencias mercantilistas de unos pocos a nuestro futuro como especie? Desde finales de los 80 del pasado siglo han sido desarrolladas múltiples herramientas para que los proyectos, los planes y los programas se lleven a cabo teniendo en cuenta consideraciones ambientales. La normativa sobre Evaluación de Impacto Ambiental de proyectos, sobre Evaluación Estratégica de Planes y Programas, la Agenda 21 local, las normas internacionales sobre gestión ambiental (ISO 14001:2004, Reglamento EMAS), la directiva sobre ecoetiquetado y un largo etcétera, forman parte del acervo jurídico ambiental europeo e internacional.
La Ley de economía sostenible da un paso más, al considerar la sostenibilidad en toda su amplitud: social, económica y ambiental. Aunar en un solo texto todas estas perspectivas le confiere fuerza estratégica y permite incorporar el concepto de sostenibilidad ya en las más altas esferas del proceso de toma de decisión de un país, es decir, las políticas nacionales. Internalizar las externalidades ambientales en su perspectiva sistémica (considerando el ser humano dentro del ecosistema natural general) es una de las virtudes de la Ley, incorporando herramientas de tipo impositivo en la gestión del país (ecotasas, impuestos progresivos sobre vehículos contaminantes, etc.). Este tipo de medidas favorecen la integración de la variable ambiental dentro de la cultura general del país, haciendo que las futuras generaciones lo vean como un elemento inherente al sistema.
En mi modesta opinión, esta ley es (mejor dicho, debiera ser) el principio de un largo camino en el que la sostenibilidad social, económica y ambiental permitirá acercar más nuestra sociedad a una democracia más equitativa y participativa, menos especulativa. Una democracia que premie los esfuerzos derivados de la productividad, de la innovación y del conocimiento.
No debemos desaprovechar ahora esta oportunidad, no anteponiendo intereses privados, económicos, religiosos o políticos. Es importante que los diferentes actores sociales, políticos y económicos comprendan la importancia de llevar a cabo este tipo de políticas y caminar juntos en esta senda, ya que nada más y nada menos que el futuro de nuestra especie está en juego. El impacto de la emisión de gases de efecto invernadero, de la contaminación de los cursos de agua, la degradación de los fondos marinos o la desaparición de flora y fauna SI tiene repercusiones sobre el ecosistema humano y menos sobre otros ecosistemas. Es por tanto momento de ser egoístas como especie y pensar que si no tomamos este camino, otras especies nos superarán y acabaran dominando la Tierra como nosotros lo hacemos ahora o los dinosaurios lo hicieron en el pasado. Probablemente no serán especies tan complejas e inteligentes como nosotros (el cerebro es la creación natural más compleja que existe), probablemente cada individuo de esa especie no tenga ambiciones individuales ni desee ser más rico que su vecino, vivir más cómodamente o mandar a sus hijos a estudiar en colegios de élite. Probablemente, esta especie no sea más que un tipo de cucaracha, bien preparada para resistir cambios ambientales dramáticos como los que provocaron la extinción de los dinosaurios en Cretácico, frente a los cuales la especie humana está menos o nada preparada. ¿Es que nuestra especie no es capaz de ser más lista que una simple cucaracha? Quien responda afirmativamente a esta pregunta (sí, la especie humana es más lista que una cucaracha), está en la línea del cambio hacia una economía sostenible. Quien responda negativamente, probablemente aún no esté en la vanguardia de la especie. Quizás aún no esté preparado.NULL