El mes de julio se nos escapa de las manos y ya oteamos ese octavo mes del calendario en el que gran parte de los ciudadanos se ponen en “modo descanso”. Es cierto, la gente ya no se coge todo el mes de vacaciones pero aquí, decir agosto es decir “cerrado”…
Pero este va a ser un agosto distinto. A pesar de que nos queramos convencer de que nada va a hacernos cambiar nuestros hábitos ni costumbres, algo en nuestro fuero interno nos dice que la guerra que le han declarado al primer mundo, a Occidente, ha conseguido desconcertarnos.
Todo lo que para el islamismo radical muestra nuestros valores, desde la libertad de expresión (Charly Hebdo), nuestra manera de entender la diversión (Bataclan) ,nuestra manera de movernos (aeropuerto de Bruselas), o el paseo en familia (Paseo de los Ingleses en Niza), todo eso, las terrazas, las reuniones con amigos, las charlas distendidas, todo eso se ha tratado de amenazar.
Me equivoqué hace unos días cuando le explicaba esto a un amigo y le decía: ”ya verás, lo único que se librará de la amenza son las iglesias…”. Pues tampoco. Un sacerdote degollado en Normandía al más puro estilo de las novelas de Dan Brown.
Pero eso no es todo. Paralelamente se ha creado un estado de ánimo colectivo en el que paranoicos, enfermos mentales, depresivos, cometen asesinatos en un Mcdonalds, en un tren de cercanías y su nombre, al margen de su lugar de nacimiento, nos vuelve a situar la imagen de esos “lobos solitarios”, que se han podido volver radicales en poco tiempo, y que, al amparo de su locura, matan, hacen daño sin importarles mucho a quien…
Ahora dicen que la guerra que nos han declarado va a provocar una respuesta en territorio del Estado Islámico. Que esta vez sí, va a haber un acuerdo entre países que hasta ahora no se entendían. Va a ser un mes de agosto, este de 2016, en el que vamos a poder empezar a comprobarlo.
