Imma Pericas

Fundadora de Fundació NouXamfrà

Ejemplaridad social

©FeedbackToday/Nacho Roca

«Queremos dejarnos de etiquetas y que nuestros usuarios tengan la mejor vida posible»

Fundació Nou Xamfrà cumple 50 años dando autonomía y herramientas a personas con capacidades diversas
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Hace 50 años, Imma Pericas ayudó a crear la Fundació Xamfrà. Ya sea por su trabajo a favor de las personas con diversidades funcionales, como por su ejemplaridad en el emprendimiento femenino, FIDEM le acaba de otorgar uno de sus prestigiosos premios. Nos alegra que nos reciba para contárnoslo.

Antes de nada, ¡enhorabuena! ¿Se esperaba el premio FIDEM 2021 al emprendimiento social?

Si me permite, le diré que fue una especie de “encerrona” amistosa. La señora Joana Amat, presidenta de FIDEM y vecina de Sant Just Desvern, como yo, me llamó para que nos reuniéramos. Hablamos largo y tendido y me contó lo que hacen en su organización. También me explicó que otorgan unos premios anuales y que habían pensado darme el de Emprendeduría Social de este año. Me quedé de piedra… Y le pregunté si de verdad creía que me lo merecía.

El premio FIDEM 2021 fue una especie de “encerrona” amistosa.

¿Y qué le dijo?

Pues que sí, porque había estado toda mi vida del lado de las personas con discapacidades y del de las mujeres emprendedoras. Hasta escribí una novela sobre mujeres… 

Una gran trayectoria, la suya.

Los miembros de la junta de FIDEM presentaron una serie de candidaturas y Joana defendió la mía. Parece que lo hizo a capa y espada, y con mucho cariño. No nos conocíamos antes, pero me pareció una persona muy interesante y motivada socialmente.

Como curiosidad, yo fui amiga de Mercè Paniker. Participé en su proyecto FEMVISIÓ, que también promovía la emprendeduría femenina. Juntas asistimos a la Conferencia Mundial sobre la Mujer que la ONU organizó en China en 1995.

Junto a Mercè Paniker asistí a la Conferencia Mundial sobre la Mujer que la ONU organizó en China en 1995.

Según su biografía usted se formó en Elisava, la Escuela Universitaria de Diseño e Ingeniería de Barcelona. ¿Llegó a ejercer?

Al terminar el bachillerato en el Sagrado Corazón, del que guardo buen recuerdo, quise ir a la universidad y estudiar Medicina. Sin embargo, mi padre se opuso. Eran otros tiempos. Finalmente accedí a Elisava y se me abrió el mundo.

¿En qué sentido?

Digamos que hasta entonces había estudiado filosofía e historia hasta la Revolución Francesa, pero en Elisava comencé a descubrir el siglo XX. Además, íbamos a menudo a exposiciones y teníamos un ambiente muy creativo, con profesores de la talla de Lluis Pericot, Maria Girona, Pellicer… Eran unos grandes humanistas y progresistas, además de excelentes profesionales y artistas. Aquello me entusiasmó.

Al terminar el bachillerato, quise ir a la universidad y estudiar Medicina. Sin embargo, mi padre se opuso. Eran otros tiempos.

Seguro que sí.

Tras pasar por Elisava comencé a trabajar en prácticas para Miguel Vilá, el diseñador. Le ayudé en trabajos de interiorismo. Era una persona extraordinaria y otro gran artista, así que allí estuve muy a gusto. Sin embargo, me di cuenta de que nunca iba a ser una gran artista como él y mantuve mis ganas de estudiar en la universidad.

Cuando me casé, mi marido comprendió mi deseo. Así que me matriculé en Filosofía y Letras. Y luego en Psicología. En aquellos años tuve a mis hijos.

Me di cuenta de que nunca iba a ser una gran artista y mantuve mis ganas de estudiar en la universidad.

Hablemos de la Fundación Nou Xamfrá. En catalán, un “xamfrà” es un chaflán, es decir una esquina. ¿Por qué ese nombre para su proyecto?

Por un lado, un “xamfrà” es una confluencia de dos calles. Es un símbolo bonito cuando te propones crear una escuela para personas con discapacidades psíquicas que quieres que se integren mejor en la sociedad. Por otra parte, el primer edificio en el que nos encontrábamos era precisamente un chaflán. Así que elegimos este nombre. Además, suena bien.

Un “xamfrà” es un símbolo bonito cuando te propones crear una escuela para personas con discapacidades psíquicas.

Aunque la denominación actual de la entidad es “Nou Xamfrà” (“Nuevo Chaflán”)… ¿Por qué ese ‘nuevo’?

Por una curiosa historia. En nuestros inicios nos llamábamos “Xamfrà” a secas. Incluso registramos el nombre. Pero, por alguna razón que se nos escapa, el registro se perdió sin que nosotros lo supiéramos. 

Años después, otra emprendedora social, María Dolors Bonal, creó el Centro Xamfrà en el Raval de Barcelona. Su propósito es ayudar a niños del barrio a salir adelante a través de la educación musical. Cuando supimos de su existencia, nos interesamos por el estado de nuestro registro. Y descubrimos que ya no lo teníamos y que, además, el nombre ya no estaba disponible.

Seguro que ambas entidades hacen un buen trabajo, pero mejor para todos si no las confunden, ¿no cree?

En su momento fui a ver a Dolors. Le conté la situación y me dijo que podíamos seguir utilizando el nombre de Xamfrà siempre y cuando le añadiéramos una partícula gramatical. Por ejemplo: “Nou Xamfrà” o “Xamfrà Sant Miquel”. Son los nombres de nuestras dos fundaciones actuales. 

Por lo que llevamos visto hoy, está claro que el vínculo entre los usuarios y el personal de aquí es muy estrecho y afectivo.

Pues sí. Esta es una de nuestras mejores cualidades. No somos una institución muy grande. Más bien una comunidad de 200 personas que nos distribuimos entre la formación, el trabajo, los pisos tutelados… Lo bueno es que nos conocemos todos. También conocemos a las familias de nuestros usuarios.

Somos una comunidad de 200 personas que nos distribuimos entre la formación, el trabajo, los pisos tutelados… Lo bueno es que nos conocemos todos.

Durante el reciente confinamiento mantuvimos el contacto con todo el mundo y creo que fue algo positivo para nuestros usuarios. Para estas personas es muy importante saberse reconocidas, apreciadas y pertenecientes a un grupo afectivo. Pero para nosotros también. En nuestros centros reina un ambiente de afecto, cariño y comprensión.

Para nuestros usuarios es muy importante saberse reconocidos, apreciados y pertenecientes a un grupo afectivo.

Hace años la discapacidad era como un tabú: se escondía. Más modernamente se comenzó a hablar de personas con capacidades distintas. El lenguaje cambia las realidades, ¿no cree?

Yo misma he tenido que aprender nuevas palabras para definirlas, aunque admito que no siempre las he logrado incorporar del todo. Hemos pasado de utilizar nombres muy despectivos a emplear otros que a veces no tienen sentido para mí. 

Lo importante, sin embargo, es que todos somos diferentes y todos tenemos cualidades y limitaciones. Lo que nosotros queremos es dejarnos de etiquetas y que nuestros usuarios hagan una vida lo mejor que puedan. Además, hay muchas personas en el mundo que no viven bajo ninguna etiqueta y que también hacen lo que pueden para salir adelante. Nosotros damos herramientas técnicas y de socialización a estas personas para que puedan vivir lo mejor posible.

¿Cómo llegan a su fundación?  

Lo hacen a través de los EAPS (Equipos de Atención Psicosocial) o de las escuelas de la comarca. Primordialmente atendemos a personas del Baix Llobregat. Y sólo cuando hemos satisfecho la necesidad local, podemos admitir a personas de otras ciudades. Cada año hay dos o tres que vienen de Barcelona. Cuando llegan, están una semana a prueba. Eso nos ayuda a ver dónde encajan mejor. 

Y así los dirigen hacia una u otra rama académica.

Así es. Formamos en cinco ámbitos: la cocina, la hostelería, la carpintería, la jardinería y el comercio. Una persona puede elegir libremente cualquiera de esos oficios, pero mejor si primero comprobamos sus habilidades manuales y sociales. Y si vemos que se desenvuelve bien en esa rama, perfecto. Si no, la intentamos conducir hacia otra.

Formamos en cinco ámbitos: la cocina, la hostelería, la carpintería, la jardinería y el comercio.

¿La Fundación ha tenido el mismo modelo de trabajo siempre?

Nosotros hemos intentado cultivar una especie de árbol. En nuestros inicios nos centramos en la escolarización de niños pequeños con dificultades de adaptación. Pero en 1983 entró en vigor la ley de Trias Fargas, que decía que estos niños tenían que integrarse en escuelas ordinarias y eso hizo que cerráramos la escuela.

Desde entonces nos ramificamos. Por ejemplo: veíamos que había usuarios que al terminar la escuela podían seguir en una formación profesional ordinaria. Pero había otros que no. Para ellos creamos una escuela de formación profesional adaptada. Y, otra vez, cuando terminaban esa etapa, veíamos que había algunos que podían ir al mercado de trabajo y otros que no. Para estos últimos creamos un centro especial de trabajo.

Finalmente, se trata de acercarles al mercado de trabajo para que sean personas autónomas e independientes.

El deseo es que todos nuestros usuarios puedan valerse por sí mismos en el mercado de trabajo, sí. Pero también vemos que unas personas pueden lograrlo y otras no. Lo cierto es que no siempre se logra. Una de las soluciones que hemos encontrado, por ahora, es lo que denominamos enclaves. Consiste en un grupo de cuatro o cinco chicos liderados por un monitor que se van a trabajar a una empresa ordinaria. Esas personas se rigen por un convenio y, por ley, algunos de ellos terminan siendo contratados.

El deseo es que todos nuestros usuarios puedan valerse por sí mismos en el mercado de trabajo.

¿Los cupos legales ayudan a mejorar la realidad de estas personas?

Los cupos existen desde 1983, con la mencionada ley de Trias Fargas. Actualmente el cupo es el mismo: toda empresa a partir de más de 50 trabajadores está obligada a contratar un 2% de empleados con alguna discapacidad. Pero muy pocas empresas lo cumplen, realmente.

Quizás hay que hacer más pedagogía.

Nuestra directora general, Ana Claver, organizó hace poco un encuentro con empresarios. Lo hizo de la mano del grupo Human Leadership y la Fundación Vinne. Algunas de estas empresas cumplían con la normativa y otras no. De hecho, a veces ni la conocían. Afortunadamente, con la ayuda del presidente de FECET, logramos explicar claramente las ventajas que tiene contratar a una persona con dificultades de adaptación.

Creo que el evento funcionó bien. Nuestra idea es fomentar este tipo de encuentros. Tenemos buenas relaciones con PIMEC en la comarca y no perdemos la oportunidad de ir sembrando. Tenemos que ir entrando en esas compañías que todavía no nos conocen.

Contratar a una persona con dificultades de adaptación tiene ventajas.

¿Qué planes de vida personal tienen las personas usuarias de la Fundación Nou Xamfrà?

Dentro de la escuela tenemos a profesionales que evalúan a cada persona y que se comunican continuamente con sus familias. Tenemos a una trabajadora social, a un psicólogo y a diversos monitores que les ayudan a mejorar sus aptitudes y actitudes, tanto en lo profesional como en lo social, familiar, relacional, etcétera.

Algunas de estas personas terminan formando una familia. A veces lo hacen mejor y a veces lo hacen peor, como le sucede a todo el mundo. Sin ir más lejos, hace poco atendimos a un chico que había sido estudiante nuestro de pequeño. Encontró un trabajo y se fue a vivir su vida. Tuvo una hija, que ahora tiene 12 años. Pero con la crisis fue despedido y se quedó mucho tiempo en el paro. Costó ayudarle, porque por desgracia estudió cuando todavía no se daba certificado de discapacidad. Felizmente le contrató un ayuntamiento hace poco.

Por este centro estamos viendo pasar a grupos de chavales con mucho orden y silencio… Hace poco visité una escuela de secundaria y aquello parecía la jungla.

La ventaja que tenemos aquí es que somos pocos. Las personas que ahora mismo se encuentran aquí están cursando su formación profesional. También tenemos a otros alumnos, pero fuera de la escuela, trabajando en las empresas. Así que, al ser poquitos, aquí reciben mucha atención por parte del profesorado. Esta es la gracia de la educación especial: a cada uno se le trata de acuerdo con sus especificidades.

Por mi parte tengo mis dudas respecto a la integración escolar. Se necesitan muchos más medios de los que se están dedicando. Actualmente nos llegan muchos chicos y chicas “gastados” y disgustados con el trato que recibieron en otros centros, por parte de sus compañeros. Cuando llegan aquí, se sienten como en un oasis…

Se necesitan muchos más medios de los que se están dedicando para la integración escolar.

Eso es bueno.

Siempre puede haber alguno que se enfade, pero lo cierto es que cuando celebramos el final de curso se nos marchan con pena. Muchos dicen que entraron con muy pocas ganas, pero que sienten tristeza por irse. Nos llega al corazón.

Sin duda. ¿Qué reto le hace más ilusión para el 2022?

Pues uno muy importante. Celebraremos los 50 años de nuestra existencia. Y lo veo como un hito muy relevante en nuestra historia. Lo estamos preparando para lanzarlo el próximo mes de septiembre. Tiene que ser algo muy importante para nuestras familias, nuestros colaboradores y para todo el mundo. 

Nacida en Barcelona en 1944, Imma Pericas estudió en Elisava y se licenció en Psicología. Ha dedicado su vida a ayudar a las personas con necesidades educativas especiales. En 1972, ahora hace 50 años, ayudó a fundar Xamfrá, un proyecto educativo que promueve la autonomía de las personas con diversidades funcionales, proporcionándoles herramientas y recursos en la formación, el trabajo, la vivienda y el ocio, además de apoyando a sus familias. También ha sido promotora y ejemplo de emprendeduría femenina. Formó parte, junto a Mercè Paniker, de la asociación FEMVisió, con la que participó en la Conferencia Mundial sobre la Mujer, organizado por las Naciones Unidas en Pekín, en 1995. Es novelista. Su obra Nocturn Aranès (Ed. Trípode: 2018) habla de las vidas truncadas de dos mujeres. En noviembre de 2021 su trayectoria como emprendedora y filántropa fue reconocida por FIDEM, con el Premio 2021 a la Emprendeduría Social.

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