Profesional de la fe

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Siempre se ha dicho que es bueno pensar en el funeral de uno mismo para saber el poso que dejamos en los demás al marcharnos. Juan Pablo II ha dejado una profunda huella en muchos de nosotros. Todos los que han reconocido Su capacidad para comunicar, y su habilidad en las relaciones interpersonales le han erigido como un líder de nuestro tiempo. Ha llevado su voz y el Evangelio hasta los lugares más recónditos del planeta, siempre seguido de cientos de periodistas, para que lo pudieran contar. Si los fotogénicos tienen una habilidad especial para «chupar cámara», Juan Pablo II ha sabido cautivarla con su trasparencia y autenticidad. Una autenticidad de quien es fiel al mensaje recibido por encima de modas y encuestas. 

Como su maestro, ha vivido su propio calvario, y en el mundo del éxito fácil, de guapos y famosos, su figura dolorida nos ha dado un sentido eterno del sufrimiento.
Su voz ha sonado disonante, y una de sus notas más repetida ha sido su grito constante por la defensa de la persona y su dignidad. Nos ha defendido a cada uno, independientemente de la edad, enfermedad, condición, origen, idioma, creencias… Todo un reto para la sociedad de la eficacia. Wojtyla, sigue siendo – a través de los medios- una persona que suma y que une. Mas de 3.000 millones de personas se han sumado, se han unido para acompañarle en su último viaje.

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