Miedo a la información

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Para los clásicos la verdad era la adecuación de la inteligencia a la realidad. En alguna escuela de periodismo se dijo que la información era
–debía serlo-un reflejo lo más veraz posible de la realidad. Una de las consecuencias es que la información veraz es poder… muchas veces poder para tomar decisiones correctas.

Hoy "la realidad" es cualquier cosa que debe ser convenientemente desinformada porque no se está en disposición, ganas, arrestos… de tomar las correspondientes medidas. Para que no quede muy teórico, ahí van unos ejemplos:

Descarrilamiento del Euromed en la estación de El Prat (Barcelona) en vísperas de san Juan y miles de pasajeros afectados tras un rosario de incidentes en la red de cercanías de RENFE, bien conocido por todos. En rueda de prensa, la ministra de Fomento explicó que "el esfuerzo que hacemos es la respuesta a la situación de castigo del PP a Cataluña". Por si quedaba alguna duda "CiU fue cómplice del castigo" y redondeó la faena apuntando a la posible culpabilidad del maquinista… Balones fuera.

Atentado que causó la muerte a seis soldados españoles en el Líbano. El ministro de Defensa, tras saberse que los afectados no llevaban inhibidores, se excusó con que los otros países que forman parte del despliegue de la ONU, al que pertenecían los soldados fallecidos, tampoco los llevaban. Toda una delicadeza informativa para con los terroristas… por si necesitaban otros objetivos. Además, la información no era del todo cierta, como se supo más tarde. Más balones fuera.

Tercer caso, el Barça culmina una temporada en la que optaba a todo y se queda con la calderilla. ¿Reacción? Fichajes relámpago y compulsivos a diestro y siniestro. Apelación a un riguroso código disciplinario interno cuya existencia, posteriormente, ha sido puesta en tela de juicio por alguno de sus cracks. Ya no quedan balones…

Tres ejemplos y dos consecuencias. Primera, la culpa es de los otros. Si me apuran, siempre es de los otros. Un chollo: no hay que proponer soluciones, ni asumir responsabilidades. Segunda, quien tiene que decidir decide que la información, la realidad, no es relevante y decide, declara… en otra dirección. Se acude a una ficción, un mundo virtual, muchas más manejable que la dura realidad. Es fácil suponer que sin detectar claramente el problema real, difícilmente se podrán encontrar soluciones.

Toda empresa o institución refractaria a recibir información –también quejas- no podrá mejorar. Seguramente, su autoestima se mantendrá muy alta y estará encantada de haberse conocido, pero vivirá desvinculada de la realidad, de los clientes y usuarios que terminarán por volverle la espalda. ¿Por qué voy a pagar por unos productos o servicios que no cumplen MIS expectativas? Pueden preguntárselo a tantos ciudadanos que no votaron en las últimas elecciones. Por cierto, en Barcelona más del 50% del censo.

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