El cuento de los nuevos mitos

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 Había una vez, un país en el que la gran mayoría de la población era mitómana y fanática. Sí, lo eran, con moderación y recato, pero muy influenciada por el poder de los mitos nacionales. Dicho país, siempre había atravesado altibajos en cuanto a la veneración de sus figuras mediáticas. La selección nacional de balompié, uno de los mayores mitos del reino, siempre prometía hazañas pero nunca alcanzaba siquiera unas semifinales, en cambio podía venir un trovador popular de apellido Sanz y de nombre Alejandro, y grabar a fuego en la conciencia colectiva, melodías imperecederas y altamente emotivas. Cuando las cosas estaban que ni fu ni fa, con la entrada del nuevo siglo la mitomanía de aquel pueblo ejemplar atravesó sus horas más bajas. Muchas de las grandes figuras habían desaparecido antes del cambio de siglo por la incontrariable potestad de la muerte, y la mayoría de las actuales comenzaban a caducarse dado el maniqueísmo que les proporcionaba su cómoda situación como venerados. La juventud no encontraba reflejo en el pírrico star system patrio y los publicistas tenían que recurrir a personajes de inmerecida popularidad y valía, como Enrique Iglesias, o a figuras de contrastada reputación pero sobada imagen, como Julio Iglesias, para anunciar sus relojes. Pero un buen día, la suerte de aquel país que comenzaba a adorar de forma tan hegemónica como exagerada a los concursantes de Gran Hermano, redescubrió las mieles de la buena mitomanía al contar en el Olimpo de los grandes campeones, con un hombre que desafiaba los límites de la velocidad y a sus precoces 24 años se había erigido como campeón del mundo de la F-1. Le tacharon de ejemplo para los jóvenes, de buen hijo para las madres, de perfecta pareja para toda mujer, y además lo mismo te anunciaba unas barritas energéticas que unos relojes (con él por fin tuvieron puntería). Fernando Alonso, el mito perfecto. Lo tenía todo, porque además era guapetón y eso le hacía pasar por encima de otro nuevo ídolo: Ronaldinho. Comenzaba una nueva edad de oro en la historia mitómana del país, llena de alegrías para los ciudadanos y de ingresos, premios y ponencias en las más prestigiosas facultades de comunicación para los publicistas de relojes. Ya no importaba que la selección nacional de balompié no pasase del empate contra Serbia.NULL

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