Daniel Baeza

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Cuando recordamos cualquier anuncio y, de hecho, casi cualquier otra cosa, existen unas emociones o sensaciones que relacionamos con ellos. Cuando memorizamos algo, subjetivamente, le transferimos una carga emocional de lo que nos transmite durante esos minutos o segundo que le hemos prestado atención.

Cuando conocemos a alguien, la primera impresión que nos transmite es lo que nos hará pensar qué tipo de persona es. Este posicionamiento no variará hasta que conozcamos más profundamente a esa persona y, como ocurre en muchas ocasiones, no habrá oportunidad para ello…

Lo mismo sucede con las empresas. En nuestra saturada sociedad, los mensajes de las empresas pierden efectividad y se debe tener en cuenta que, como ocurre en ocasiones con las personas, no se tiene tiempo de conocerlos profundamente. Por este motivo, esos mensajes se posicionarán subjetivamente en la mente de las personas por las sensaciones que les transmitan de un solo golpe de vista.

De este modo, cuando se recuerda un evento, por ejemplo, es posible que la gente no recuerde más que las sensaciones que la mente, inconscientemente, retuvo: si fue aburrido, pasó frío, los colores de las luces, el ambiente, la música,… Lo que se quería comunicar en aquel evento es posible que no sea recordado.

Nosotros somos lo que somos gracias a los recuerdos que tenemos de nuestra vida. Las empresas igual, son lo que son por los recuerdos que se tienen de ellas. Y los recuerdos son percepciones subjetivas.

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