Ousman Umar

Fundador de NASCO Feeding Minds

Alimentar mentes

"Crecí pensando que el hombre blanco era un dios. Pero descubrí que estudia y aprende como todos"


El emprendedor Ousman Umar representa un caso ejemplar de superación de las adversidades

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Hoy en Feedback Today tenemos el placer de entrevistar a una de esas personas cuyo ejemplo le cambian a uno la percepción de la vida. Ousman Umar abandonó Ghana en su infancia, movido por la necesidad y por una idea del “hombre blanco” como plenipotenciario. Llegó a Barcelona con muchas dificultades y aprovechó -de qué manera- su gran oportunidad. Hoy es un emprendedor que ayuda a miles de personas en su país e ilumina los caminos de otras muchas aquí.

La actividad principal de la ONG NASCO Feeding Minds consiste en crear aulas de informática para los niños y jóvenes ghaneses. Se basa en una simbiosis entre el primer y el tercer mundo. Convierten un problema del primer mundo en una solución para el tercer mundo. El problema existente en el primer mundo es la generación excesiva de residuos tecnológicos que provoca una contaminación indeseada. Este problema genera un coste económico y un coste medioambiental. Nos lo cuenta con más detalle a continuación.

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«A los nueve años aprendí a ser soldador, con gases muy explosivos, sin ningún tipo de protección. Antes de eso, en mi pueblo, donde no había recursos, tenía que fabricarme mis propios juguetes»
 
«En pueblos remotos, donde no hay agua para abrevar a los caballos, te encuentras, sin embargo, con camisetas del Barça o el Madrid. En África nos falta conocer una información muy clave: se sigue pensando que el hombre blanco es un dios»
 
«En “El extraño caso de Benjamin Button” un hombre nace siendo mayor y va perdiendo edad con los años. En mi vida ha pasado algo parecido: de niño trabajaba como un hombre y de mayor estoy haciendo todo lo que no hice de niño»
 
«Tengo tanta curiosidad y tantas cosas que hacer que apenas duermo. Al llegar a Barcelona, trabajé en los oficios que conocía durante el día y estudiaba durante la noche. Para no dormirme metía los pies en una palangana con agua fría. Mejor que el “Redbull”…»
 
«Quiero transmitir que en la base de la problemática del Norte de África y la crisis del Mediterráneo se encuentra la falta de formación de la gente. Si realmente queremos generar un cambio, por una vez, debemos cambiar la estrategia»
 
«Llevamos siglos enviando arroz y materiales al África, y no estoy diciendo que no sea necesario, pero si queremos poner fin a esa realidad hay que poner recursos en la formación»
Usted abandonó su aldea en Ghana a los nueve años. Se puso a trabajar como tantos otros niños por el país.
Aquí le muestro mi doctorado [nos señala una quemadura en su brazo]. A los nueve años aprendí a ser soldador, con gases muy explosivos, sin ningún tipo de protección. Antes de eso, en mi pueblo, donde no había recursos, tenía que fabricarme mis propios juguetes. Yo creo que todo empezó en ese momento: cuando vi que un avión en el cielo era capaz de volar y que mis juguetes no se sostenían en el aire si no los lanzaba antes con una cuerda. Ese día descubrí que el mundo no terminaba en las fronteras de mi pueblo y que existía el hombre blanco, que era quien fabricaba los aviones. Tuve curiosidad por conocerle y saber por qué estaba tan capacitado.
 
Hoy en día la globalización ha hecho que hombres blancos como Messi sean conocidos en cualquier parte del mundo.
Cierto. Cada verano vuelvo a Ghana, donde mantengo a mi familia y hermanos. Con la ONG hemos puesto recursos para enseñar a la gente de allí un oficio. Ahora tenemos a 800 alumnos en cinco escuelas distintas y una biblioteca. Cada año observo cambios. Por una parte, han mejorado algunas cosas, pero por otro, algunas otras han empeorado. En pueblos remotos, donde no hay agua para abrevar a los caballos, te encuentras, sin embargo, con camisetas del Barça o el Madrid. Le diré que nos falta conocer una información muy clave: allí se sigue pensando que el hombre blanco es un dios. Yo llegué aquí hace 13 años pensando que el hombre blanco era un ser superior, capaz de hacer volar aviones o ser ingeniero. Pero me di cuenta de que, para hacer lo que hace, tiene que estudiar y aprender. 
Ese es un gran descubrimiento.
Tenía que haberme visto usted la primera vez que entré en la universidad. Yo entonces solo estudiaba castellano y catalán. Fui a participar en un acto de los castellers a la Politécnica y creía que iba a salir de allí con la cabeza cuadrada.
 
Usted llegó siendo una persona sin instrucción, no alfabetizada, y hoy día tiene carreras. ¿Cómo superó ese hándicap?
No me considero inteligente. Pero si aplicado e inquieto. Todos debemos ser conscientes de que buscamos lo que nos falta. En “El extraño caso de Benjamin Button” un hombre nace siendo mayor y va perdiendo edad con los años. En mi vida ha pasado algo parecido: de niño trabajaba como un hombre y de mayor estoy haciendo todo lo que no hice de niño. Tengo tanta curiosidad y tantas cosas que hacer que apenas duermo. Al llegar a Barcelona, trabajé en los oficios que conocía durante el día y estudiaba durante la noche. Para no dormirme metía los pies en una palangana con agua fría. Mejor que el “Redbull”…
 
¿Cuánto tiempo pasó en esa tesitura?
Primero comencé por aprender a leer y a escribir el catalán y el castellano. Después saqué el Graduado Escolar de 46 módulos, sin ir al EGB. Estudié el bachillerato, y lo aprobé en dos años. Hice la selectividad con la idea de estudiar Farmacia. Pero la nota no me llegó.
¿Por qué Farmacia, precisamente?
Porque quería entender la magia de los chamanes. O, al menos, la ciencia. Le digo una anécdota: cuando entré por primera vez en un laboratorio en bachillerato, no me creí al profesor de Química explicándome cómo funcionaban las aspirinas. Así que al no entrar en Farmacia me matriculé en Química. Estuve allí dos años estudiando, pero no me llegaba el tiempo porque también tenía que trabajar. Me pasé a ADE, Relaciones Públicas y Marketing, en el centro Formatic Barna, que tiene certificación de la Universidad de Girona.
 
¿Qué encuentra en el Marketing? ¿Se ha vuelto usted un convencido de las reglas del mercado?
Tiene gracia. Charles Darwin decía que el secreto de la evolución es la adaptación. Yo puedo decir que vengo de un pueblo donde el trueque es la norma y que hoy pienso en términos de mercado. Sigo manteniendo mis criterios, pero la adaptación es clave. Critico el consumismo, pero una cosa no quita la otra: todos los ámbitos necesitan gente crítica.
 
Cambiando de tema: muchas personas tienen el afán de montar una fundación, pero desisten de hacerlo cuando saben que eso exige mucho dinero. ¿Usted como lo logró?
Quiero aclarar que no tengo una fundación sino una asociación, que es una oenegé. Aspiro a que sea una fundación algún día, pero de momento quería solucionar un problema. De aquí su nombre: “Nasco Feeding Minds – Alimentando Mentes”. Quiero transmitir que en la base de la problemática del Norte de África y la crisis del Mediterráneo se encuentra la falta de formación de la gente. Si realmente queremos generar un cambio, por una vez, debemos cambiar la estrategia. Llevamos siglos enviando arroz y materiales al África, y no estoy diciendo que no sea necesario, pero si queremos poner fin a esa realidad hay que poner recursos en la formación.
 
La idea del pescado versus la caña de pescar. Pero también es cierto que hay reticencias a la hora de creer que muchas estructuras políticas, corruptas, de aquellos países lleguen a dedicar recursos a lo que realmente se deben dedicar.
Eso es así. Para tener una empresa funcionando son vitales algunas cosas: la garantía de que no habrá conflictos, una infraestructura interna funcional, una demanda significativa y una mano de obra cualificada. Imagínese que me voy a la SEAT a convencerles de que abran una planta en Ghana. Lo primero que me preguntarán es si allí hay democracia o no. Y la hay. Y no ha habido conflictos desde hace años. Pero igualmente es África, y eso es una barrera de entrada. Carecemos de infraestructura interna: ¿cómo vamos a fabricar coches si no hay carreteras? ¿Cuánto es el sueldo mínimo de un ghanés? ¿Cómo van a comprar coches si no tienen ni para comer? ¿Hay ingenieros?…
 
Así que hay que cambiar de planteamiento. En un mundo donde la tecnología se difunde tan rápido, lo que podemos hacer es poner aulas de informática por todo el país. Al cabo de dos generaciones todo el mundo sabrá informática. A los que despunten, se les pondrá en incubadoras, y podrán trabajar para Google y para cualquier otro.
 
Pero quizás ya no a bajo coste.
No estoy diciendo eso. Solo digo que hay que buscar un mecanismo para sortear las barreras clásicas a la inversión. Facebook se inventó en un garaje. Si tienes una buena idea puedes venderla a cualquiera desde cualquier lugar del mundo. No hará falta cruzar el Norte de África para encontrar las oportunidades. 
 
¿Se puede convertir usted en un ‘business angel’ de sus compatriotas?
Ahora mismo no. Yo sigo trabajando como mecánico de bicis. Estudiaré en ESADE hasta el mes de junio y me lo combino con el trabajo en la oenegé. El 18 de diciembre estuve en la ONU, dando una charla sobre cómo Internet nos ayudará a salir de la pobreza. Tengo un hermano a quien he pagado la carrera en Ghana. Ahora posee una empresa tecnológica con seis empleados y 62.000 usuarios registrados. He demostrado que la forma de hacer el cambio es alimentar las mentes. Y me gustaría dedicarme más a eso.
 
Con tantos trabajos diarios, ¿cuáles son sus prioridades diarias?
Estos días estoy dando unas conferencias en la escuela Viaró de Sant Cugat. Esas conferencias nos proporcionan los recursos con los que se pagan los gastos de la oenegé. Llega un momento en que la actividad tiene que sostenerse por sí sola. Ahora, con tantos alumnos, no se llega a todo, así que buscamos patrocinios y padrinos que nos echen una mano. Pedimos socios a través de la plataforma web, que nos pongan su granito de arena. 
 
¿Le gustaría volver a su país algún día y hacer vida normal allí? ¿O se ha convertido en un ciudadano global?
Dicen que nuestros orígenes nos marcan para la vida. Mi caso es algo distinto porque me tuve que desenganchar de mi realidad y adaptarme a otra. No tengo necesidad de volver al pueblo. Tengo necesidad de devolver lo recibido a la humanidad. He tenido la suerte de sobrevivir en diversas ocasiones de peligro. Me siento afortunado. 
 
Cuénteme por qué.
Llegué a Barcelona en febrero de 2005. Me pasé un mes entero viviendo en la calle de Barcelona, comiendo de la basura y pasando frío. Luego fui acogido por una familia de Sant Cugat. La señora jamás había pisado la zona de la Meridiana. Casualmente, el único día que lo hizo me encontró allí. Le quise preguntar cómo ir a la Cruz Roja, pero lo hice en inglés. Ella no me entendía. Le cogí de la mano para que me acompañara y ella se puso a llamar a su marido por teléfono. Esta señora podría haber salido huyendo, pero hoy en día es mi madre. Y su marido es mi padre. Imagínese: de un chaval de 17 años, que tenía entonces.
 
Su historia es grande. Le deseamos muchísima suerte para seguir construyéndola.

 

 

Ousman nació en un pueblecito de Ghana, en el seno de una comunidad muy desfavorecida y carente de recursos materiales. A los nueve años tuvo que hacerse un hombre, aprender el oficio de soldador y, a los trece, tuvo que marcharse del país, dedicando los cinco años siguientes a cruzar el norte de África, y el estrecho de Gibraltar, en patera, viendo morir a todos sus compañeros de viaje. A los diecisiete, al fin, logró llegar a Barcelona y estabilizarse. Todo ello lo hizo solo, sin estudios, sin recursos y sin familia. El año pasado, a sus casi treinta, se graduó en Relaciones Públicas, Marketing y Administración de Empresas. Ahora estudia un máster de cooperación internacional en ESADE. En 2012 fundó “Nasco Feeding Minds”, una ONG para demostrar que, a través de la formación y las nuevas tecnologías, se puede salir más rápidamente de la pobreza, desde el propio país de origen, sin que sea necesario cruzar el mar buscando esperanzas vanas y evitando las desgracias de jugarse la vida. Ousman ha hablado para la ONU y es un caso de superación para todo el mundo.

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