Cuando la inmediatez es más importante que la veracidad
Por Albert Beorlegui
Es ya una obviedad afirmar que en estos últimos tiempos y gracias a lo que ya con cierta obsolescencia llamamos “nuevas tecnologías”, el mundo se ha vuelto de repente más pequeño. Más pequeño, pero también más confuso. Y si los historiadores del futuro, con la debida perspectiva temporal, afirmarán que el siglo XXI empezó el 11 de septiembre de 2001 con la caída de las torres gemelas y un nuevo concepto de terrorismo y orden mundial, casi se podría decir que los recientes acontecimientos internacionales (regímenes dictatoriales que han estado inmóviles durante décadas y que han caído por el efecto dominó en cuestión de pocos meses, u otros estados democráticos cuyos pilares han empezado a tambalearse por el movimiento de los “indignados”) han apuntalado un nuevo modo de entender la política, las relaciones sociales, y porqué negarlo, también la vida.